Fotos: Prensa Superior Tribunal de Justicia.
En una extensa declaración en la que contestó preguntas de los acusadores, el productor Ricardo La Regina –imputado por maltrato animal- acusó al Estado provincial por su ausencia de controles en Punta Tombo y La Perla, y aseguró que su trabajo con máquinas en la zona no generó daño alguno para las colonias de pingüinos.
Lamentó que la causa fue “un sufrimiento terrible” para su familia, incluyendo su padre, que padece una discapacidad. “Mi hermano hasta sufrió bullying en la escuela”, se emocionó.
“Siento frustración, impotencia y enojo, no entiendo esto porque siempre colaboré y no soy ajeno al ambiente y a las organizaciones ambientalistas”, explicó La Regina. “Mi intención siempre fue trabajar. Realmente me supera y no comprendo cómo puede ser tan difícil llegar a un acuerdo si todo vamos para el mismo lado”.
El acusado por la presunta matanza repasó su historia personal y la pelea familiar con su tío Alberto, el preferido de su abuelo por sobre su padre. “Trabajaban juntos pero siempre hubo discriminación a mi viejo, parte de su familia nunca aceptó que estuviese enfermo”.
La Regina pasó sus veranos de juventud en Tombo. Aburrido, ayudaba a estudiarlos, pesarlos y medirlos. Llegó a lavar ejemplares empetrolados y apagó incendios en la zona.
Fue testigo del crecimiento del turismo. “Todas las construcciones de Tombo están hechas arriba de los nidos de pingüinos: bajo la confitería, los galpones y las casillas. Había que tener las puertas cerradas porque se metían”.
El imputado advirtió que la población de ejemplares decae hace 30 años. “Por eso hay nidos vacíos y sus límites se mueven al mar, hay muchos menos pingüinos que antes”.
Tras describir varios movimientos familiares, dijo que su familia intentó vivir de la ganadería ovina, sin éxito. Llegó a estudiar Turismo como alternativa de subsistencia. Mientras, los conflictos con su tío Alberto crecían. Lo llamó “odio heredado”.
Su abuelo sólo le legó tierras, la mitad de La Perla. No participó del Plan de Manejo. “Preparé un proyecto turístico. Fueron 4 años haciendo papeles para 3 senderos interpretativos alrededor de Tombo. No logramos nada porque nos topamos con la burocracia”, describió.
Según La Regina, hubo acuerdos con Provincia que el Estado nunca cumplió: provisión de agua y energía, internet, cloacas. “Creía que fin iba a obtener algo de Tombo aparte de los perjuicios”. Llegaron a ofrecerle el valor de un departamento en Trelew a cambio de ceder la costa más 500 metros extras. No le servía para sostener la economía familiar. “Jamás arreglaron ningún alambre ni le interesa la ganadería porque viven del turismo, pero no te dejan trabajar y si entrás, te denuncian”.
Decidió quedarse sólo con una parte de La Perla e intentar hacerla productiva. Un detalle fue el inicio del escándalo: sus vacas se escapaban seguido a otros campos porque la forma del alambrado hasta costa no era la más adecuada.
Como perdía animales, La Regina decidió reparar la falla “a las apuradas” antes de la llegada de los pingüinos. “No fue para ganar un pedazo más. No me cambiaba nada pero funcionaba como límite”.
El imputado notó rastros de moto, que alguien destrozaba los alambres nuevos y sus animales se iban. Lo denunció pero la Policía no tenía móvil para llegar.
“Pensé: ¿qué hago para que las vacas no se vayan más? Ahí decidí hacer el tajamar –relató-. No había ningún pingüino ni desapareció ningún nido. No sé por qué la necesidad de exagerar y no entiendo a qué tratan de llegar. Fue mi solución en ese momento y funciona”.
La Regina consideró que “lo ideal sería no hacer ganadería arriba de ningún pingüino; para eso está mi voluntad y lo planteo hace diez años. Tampoco entiendo a las fundaciones. Nadie colabora”.
“De ninguna manera maté a ningún pingüino y me asombra cómo hablan de los nidos cuando Tombo está construido arriba de los nidos”, remarcó.
Ante la fiscal Florencia Gómez, admitió que para el tajamar compró y usó una retroexcavadora. “No hay forma de constatar un daño porque no lo hubo, mis acciones no afectaron en nada”.
Con el alambrado “marqué el límite de mi propiedad, ejercí mi derecho a trabajar y protegí a mi familia. El tajamar se hizo en época de pingüinos pero no en un lugar con pingüinos”.
La Regina pidió poder darle un “uso sostenible” a la colonia: “Hoy nadie puede disfrutar y la gente se amontona en micros. Ensanchan la ruta para estacionar más coches y llenan el sendero de turistas. Eso perjudica al recurso”.
“Desde un primer momento quise colaborar y resolver esto con algo que nos sirva a todos porque mi familia ya sufrió mucho”, acotó.
Según el imputado, “me gustaría trabajar con la ganadería, que los pingüinos estén efectivamente protegidos y participar del Plan de Manejo”.
“Las irregularidades están denunciadas hace tiempo y si no fuera por esto, no hubiese habido inspecciones. Claramente, el Estado siempre estuvo ausente y ante mis reclamos nunca cambiaron nada. Los genios de la conservación no me pueden venir a decir que está bien hacer ganadería sobre los pingüinos”.
El lunes desde las 9.30 cada acusador tendrá 40 minutos para su alegato de cierre. La defensa contará con una hora. Si hay acuerdo del tribunal, el martes se leerá el veredicto.
Fotos: Prensa Superior Tribunal de Justicia.
En una extensa declaración en la que contestó preguntas de los acusadores, el productor Ricardo La Regina –imputado por maltrato animal- acusó al Estado provincial por su ausencia de controles en Punta Tombo y La Perla, y aseguró que su trabajo con máquinas en la zona no generó daño alguno para las colonias de pingüinos.
Lamentó que la causa fue “un sufrimiento terrible” para su familia, incluyendo su padre, que padece una discapacidad. “Mi hermano hasta sufrió bullying en la escuela”, se emocionó.
“Siento frustración, impotencia y enojo, no entiendo esto porque siempre colaboré y no soy ajeno al ambiente y a las organizaciones ambientalistas”, explicó La Regina. “Mi intención siempre fue trabajar. Realmente me supera y no comprendo cómo puede ser tan difícil llegar a un acuerdo si todo vamos para el mismo lado”.
El acusado por la presunta matanza repasó su historia personal y la pelea familiar con su tío Alberto, el preferido de su abuelo por sobre su padre. “Trabajaban juntos pero siempre hubo discriminación a mi viejo, parte de su familia nunca aceptó que estuviese enfermo”.
La Regina pasó sus veranos de juventud en Tombo. Aburrido, ayudaba a estudiarlos, pesarlos y medirlos. Llegó a lavar ejemplares empetrolados y apagó incendios en la zona.
Fue testigo del crecimiento del turismo. “Todas las construcciones de Tombo están hechas arriba de los nidos de pingüinos: bajo la confitería, los galpones y las casillas. Había que tener las puertas cerradas porque se metían”.
El imputado advirtió que la población de ejemplares decae hace 30 años. “Por eso hay nidos vacíos y sus límites se mueven al mar, hay muchos menos pingüinos que antes”.
Tras describir varios movimientos familiares, dijo que su familia intentó vivir de la ganadería ovina, sin éxito. Llegó a estudiar Turismo como alternativa de subsistencia. Mientras, los conflictos con su tío Alberto crecían. Lo llamó “odio heredado”.
Su abuelo sólo le legó tierras, la mitad de La Perla. No participó del Plan de Manejo. “Preparé un proyecto turístico. Fueron 4 años haciendo papeles para 3 senderos interpretativos alrededor de Tombo. No logramos nada porque nos topamos con la burocracia”, describió.
Según La Regina, hubo acuerdos con Provincia que el Estado nunca cumplió: provisión de agua y energía, internet, cloacas. “Creía que fin iba a obtener algo de Tombo aparte de los perjuicios”. Llegaron a ofrecerle el valor de un departamento en Trelew a cambio de ceder la costa más 500 metros extras. No le servía para sostener la economía familiar. “Jamás arreglaron ningún alambre ni le interesa la ganadería porque viven del turismo, pero no te dejan trabajar y si entrás, te denuncian”.
Decidió quedarse sólo con una parte de La Perla e intentar hacerla productiva. Un detalle fue el inicio del escándalo: sus vacas se escapaban seguido a otros campos porque la forma del alambrado hasta costa no era la más adecuada.
Como perdía animales, La Regina decidió reparar la falla “a las apuradas” antes de la llegada de los pingüinos. “No fue para ganar un pedazo más. No me cambiaba nada pero funcionaba como límite”.
El imputado notó rastros de moto, que alguien destrozaba los alambres nuevos y sus animales se iban. Lo denunció pero la Policía no tenía móvil para llegar.
“Pensé: ¿qué hago para que las vacas no se vayan más? Ahí decidí hacer el tajamar –relató-. No había ningún pingüino ni desapareció ningún nido. No sé por qué la necesidad de exagerar y no entiendo a qué tratan de llegar. Fue mi solución en ese momento y funciona”.
La Regina consideró que “lo ideal sería no hacer ganadería arriba de ningún pingüino; para eso está mi voluntad y lo planteo hace diez años. Tampoco entiendo a las fundaciones. Nadie colabora”.
“De ninguna manera maté a ningún pingüino y me asombra cómo hablan de los nidos cuando Tombo está construido arriba de los nidos”, remarcó.
Ante la fiscal Florencia Gómez, admitió que para el tajamar compró y usó una retroexcavadora. “No hay forma de constatar un daño porque no lo hubo, mis acciones no afectaron en nada”.
Con el alambrado “marqué el límite de mi propiedad, ejercí mi derecho a trabajar y protegí a mi familia. El tajamar se hizo en época de pingüinos pero no en un lugar con pingüinos”.
La Regina pidió poder darle un “uso sostenible” a la colonia: “Hoy nadie puede disfrutar y la gente se amontona en micros. Ensanchan la ruta para estacionar más coches y llenan el sendero de turistas. Eso perjudica al recurso”.
“Desde un primer momento quise colaborar y resolver esto con algo que nos sirva a todos porque mi familia ya sufrió mucho”, acotó.
Según el imputado, “me gustaría trabajar con la ganadería, que los pingüinos estén efectivamente protegidos y participar del Plan de Manejo”.
“Las irregularidades están denunciadas hace tiempo y si no fuera por esto, no hubiese habido inspecciones. Claramente, el Estado siempre estuvo ausente y ante mis reclamos nunca cambiaron nada. Los genios de la conservación no me pueden venir a decir que está bien hacer ganadería sobre los pingüinos”.
El lunes desde las 9.30 cada acusador tendrá 40 minutos para su alegato de cierre. La defensa contará con una hora. Si hay acuerdo del tribunal, el martes se leerá el veredicto.