Cae la tarde sobre la ciudad, y los “pequeños monstruos” lo saben. Es Halloween en Trelew y un grupo de niños disfrazados de fantasmas, vampiros, hadas y muertos vivos, visitaron Jornada al grito de “dulces o truco”.
En el centro de Trelew, se pudo apreciar a niños y adultos luciendo aterradores e ingeniosos disfraces de monstruos. Como el de una niña que llevaba su cabeza entre sus manos. Las pequeñas apariciones visitarán, durante esta noche, casas y negociosesperando una golosina a cambio de no ser asustados.
El origen celta del Halloween
El origen de Halloween se remonta a más de 2.000 años, cuando los pueblos celtas, ubicados en lo que hoy es el Reino Unido, Irlanda y el norte de Francia, celebraban el festival de Samhain. Este nombre, que significa “fin del verano”, marcaba la transición entre la temporada de cosechas y el inicio del invierno.
Los celtas creían que, durante la noche del 31 de octubre, la línea que separa el mundo de los vivos y el de los muertos se debilitaba, lo que permitía que los espíritus cruzaran al mundo terrenal. Para protegerse de los espíritus malignos, las personas encendían grandes hogueras y utilizaban máscaras o disfraces que les permitieran pasar desapercibidos ante estas presencias sobrenaturales hasta el amanecer. (Fotos: Daniel Feldman)
Cae la tarde sobre la ciudad, y los “pequeños monstruos” lo saben. Es Halloween en Trelew y un grupo de niños disfrazados de fantasmas, vampiros, hadas y muertos vivos, visitaron Jornada al grito de “dulces o truco”.
En el centro de Trelew, se pudo apreciar a niños y adultos luciendo aterradores e ingeniosos disfraces de monstruos. Como el de una niña que llevaba su cabeza entre sus manos. Las pequeñas apariciones visitarán, durante esta noche, casas y negociosesperando una golosina a cambio de no ser asustados.
El origen celta del Halloween
El origen de Halloween se remonta a más de 2.000 años, cuando los pueblos celtas, ubicados en lo que hoy es el Reino Unido, Irlanda y el norte de Francia, celebraban el festival de Samhain. Este nombre, que significa “fin del verano”, marcaba la transición entre la temporada de cosechas y el inicio del invierno.
Los celtas creían que, durante la noche del 31 de octubre, la línea que separa el mundo de los vivos y el de los muertos se debilitaba, lo que permitía que los espíritus cruzaran al mundo terrenal. Para protegerse de los espíritus malignos, las personas encendían grandes hogueras y utilizaban máscaras o disfraces que les permitieran pasar desapercibidos ante estas presencias sobrenaturales hasta el amanecer. (Fotos: Daniel Feldman)