Germinal: La vida en verde y blanco

El Club Atlético Germinal festeja sus primeros 102 años de vida. De cuna anarquista y con los sueños intactos, un 3 de septiembre de 1922, 16 individuos dieran rienda suelta al símbolo más importante que tiene Rawson.

Germinal y su gente. Un festejo interminable tras una victoria.
02 SEP 2024 - 20:11 | Actualizado 26 NOV 2024 - 9:39

Juan Miguel Bigrevich/ Redacción Jornada

Hoy, Germinal, cumple 102 años de vida. Fue un 3 de septiembre de 1922 que en la esquina de las calles Pedro Martínez y Moreno se fundó el sello de agua más perdurable y trascendente con que cuenta Rawson.

Fueron 16 los que decidieron que había que irse de la Sportiva y comenzar a volar. Y con nuevos colores. La azul y blanca de aquella quedaba atrás y el verde y blanco comenzaba a meterse en la piel de cada uno, correr por sus venas, llegar al corazón y terminar en la cabeza.
Ángel Etcheverry, Petronilo Álvarez, Duilio Germán Colángelo, Amadeo Coradini, Antonio Cornachioni, Ramón Domenech, Juan Labruntes, Tomas Recobiche; Gregorio Rodríguez, Raúl Romero, José Santoro, José Señoriño, Carlos y Gerardo Smith, Manuel Gabarruz e Ítalo Piccardini fueron los primeros; aunque éste último se abstuvo de votar porque aún no se había desafiliado de la Sportiva y no correspondía. “O soy de uno o sos de otro”, dijo Italo. Igual el sol asomó para Germinal.

Etcheverry fue el primero que los condujo tras ser elegido por mayoría y en una votación muy particular. No todos lo votaron. Aquellos pocos locos. Locos lindos. Nada nuevo en la historia del club. Tampoco nada viejo. Tampoco en Rawson, matriz de esa utopía.

Si bien la génesis fue en aquella esquina, su parición fue en una casilla muy cerca del puente más icónico del pueblo. El del poeta. Aquel que una inundación se lo llevó puesto y que se volvió a erguir; más sólido, más gallardo, más victorioso. Igual que Germinal, que sabe de muerte y resurrecciones.

Germinal es el vínculo más extraordinario que existe en la capital del Chubut. Ya estaba cuando Rawson así fue designada; incluso los convencionales constituyentes obraron las primeras leyes en lo que fue una de sus sedes y biblioteca. Y su pasión se traslada de generación en generación. Familiarmente, apasionadamente, caótica, versánica e infantilmente. De abuelos a padres, hijos, nietos…

En estos 102 años vio tres canchas. Dos estuvieron pegadas, como hermanitas siamesas; la tercera es la actual; ese palacio que se transforma en escenarios de jolgorio con misas nuevas.

También derrumba una pregunta mortificante. ¿El tiempo sepulta la pasión, relega el recuerdo, elimina la emoción?. Decididamente no. Porque está en el esternón y duele en el alma; pero uno se siente amado porque él vuelve. Siempre vuelve. Germinal parece una frágil criatura hasta que las voces sensuales de su gente lo muestra con sus brazos como pétreas columnas griegas haciendo reír de asombro a las tinieblas más temidas.

Para su grey, el sol brilla tanto que no saben para donde girar los girasoles y su inspiración seráfica evita cualquier lamento lúgubre que huele a lodo, generando una relación inquietante con la historia para entender y entenderse.

Germinal es levantarse en esas columnas corintias, ablandarse en aguas fuertes y hasta alegrarnos la vida en un cuento interminable de historias mientras el fuego no deja de arder; tan fascinante y complejo que es un emblema de complicidad contrariada.

Aquel 3 de septiembre de 1922, los síntomas del amanecer fueron perfectos. En una hora indefinida y dulcificando sueños intactos y mañanas desafiantes nacía Germinal.

En el tiempo épico del romancero, la eternidad ofrece la historia antes que las marcas para alcanzar la categoría de paradigma. Autor de su propia leyenda y dios intocable de una feligresía irredenta es un símbolo incontrastable de referencia y pertenencia convirtiendo a Rawson en más líder que rehén, más dominante que cautivo; más propio que ajeno.

¡Felices 102 años de vigencia, Germinal!

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Fueron 16 los que decidieron que había que irse de la Sportiva y comenzar a volar. Y con nuevos colores. La azul y blanca de aquella quedaba atrás y el verde y blanco comenzaba a meterse en la piel de cada uno, correr por sus venas, llegar al corazón y terminar en la cabeza.
Ángel Etcheverry, Petronilo Álvarez, Duilio Germán Colángelo, Amadeo Coradini, Antonio Cornachioni, Ramón Domenech, Juan Labruntes, Tomas Recobiche; Gregorio Rodríguez, Raúl Romero, José Santoro, José Señoriño, Carlos y Gerardo Smith, Manuel Gabarruz e Ítalo Piccardini fueron los primeros; aunque éste último se abstuvo de votar porque aún no se había desafiliado de la Sportiva y no correspondía. “O soy de uno o sos de otro”, dijo Italo. Igual el sol asomó para Germinal.

Etcheverry fue el primero que los condujo tras ser elegido por mayoría y en una votación muy particular. No todos lo votaron. Aquellos pocos locos. Locos lindos. Nada nuevo en la historia del club. Tampoco nada viejo. Tampoco en Rawson, matriz de esa utopía.

Si bien la génesis fue en aquella esquina, su parición fue en una casilla muy cerca del puente más icónico del pueblo. El del poeta. Aquel que una inundación se lo llevó puesto y que se volvió a erguir; más sólido, más gallardo, más victorioso. Igual que Germinal, que sabe de muerte y resurrecciones.

Germinal es el vínculo más extraordinario que existe en la capital del Chubut. Ya estaba cuando Rawson así fue designada; incluso los convencionales constituyentes obraron las primeras leyes en lo que fue una de sus sedes y biblioteca. Y su pasión se traslada de generación en generación. Familiarmente, apasionadamente, caótica, versánica e infantilmente. De abuelos a padres, hijos, nietos…

En estos 102 años vio tres canchas. Dos estuvieron pegadas, como hermanitas siamesas; la tercera es la actual; ese palacio que se transforma en escenarios de jolgorio con misas nuevas.

También derrumba una pregunta mortificante. ¿El tiempo sepulta la pasión, relega el recuerdo, elimina la emoción?. Decididamente no. Porque está en el esternón y duele en el alma; pero uno se siente amado porque él vuelve. Siempre vuelve. Germinal parece una frágil criatura hasta que las voces sensuales de su gente lo muestra con sus brazos como pétreas columnas griegas haciendo reír de asombro a las tinieblas más temidas.

Para su grey, el sol brilla tanto que no saben para donde girar los girasoles y su inspiración seráfica evita cualquier lamento lúgubre que huele a lodo, generando una relación inquietante con la historia para entender y entenderse.

Germinal es levantarse en esas columnas corintias, ablandarse en aguas fuertes y hasta alegrarnos la vida en un cuento interminable de historias mientras el fuego no deja de arder; tan fascinante y complejo que es un emblema de complicidad contrariada.

Aquel 3 de septiembre de 1922, los síntomas del amanecer fueron perfectos. En una hora indefinida y dulcificando sueños intactos y mañanas desafiantes nacía Germinal.

En el tiempo épico del romancero, la eternidad ofrece la historia antes que las marcas para alcanzar la categoría de paradigma. Autor de su propia leyenda y dios intocable de una feligresía irredenta es un símbolo incontrastable de referencia y pertenencia convirtiendo a Rawson en más líder que rehén, más dominante que cautivo; más propio que ajeno.

¡Felices 102 años de vigencia, Germinal!


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