Juana de Arco

29 JUL 2024 - 10:28 | Actualizado 30 JUL 2024 - 11:52

Por Juan Bigrevich/ Redacción Jornada

Podcast: Paloma Caria

Tenía 19 años. Cuando se hizo inmortal. Virgen por mandato de Dios o por pánico masculino fue quemada viva. Había conducido un ejército de miles de hombres que crecía al paso que iba ella. Sin espada y con un estandarte. Ellos la aborrecían. Nada ni nadie hacía lo de ella. Y le temían. Y ese odio visceral fue su ruina. Para ella. Y también para ellos. La calificaron de hereje dos veces. Por con sólo un pecado zafaba. Ya con el segundo fue imposible huir de la hoguera. Un 30 de mayo de 1431, el verdugo encendió la leña en la plaza del Mercado de Rouen, ella besó un crucifijo precario hecho para la ocasión y se marchó. Como rápida y voraz que era.

Juana, la sin nombre, la campesina. La que escuchaba voces y que le hablaban los ángeles, los santos y el que está más arriba: Dios y que le decía “sólo tú puedes liberar a Francia…sólo tú”. Y hacia allá fue. Juana, la loca. Juana la hereje; Juana, la guerrera, que a su paso sumaba más y más soldados para su causa con sus ataques con artillería y sus ataques frontales de caballería; venciendo lo que se ponía adelante. La de recuperar el trono francés para su Dios en la miserable guerra llamada De los Cien Años con el otro imperio, el británico.

Y así, esa pobretona campesina, nacida para parir hijos de manera seria, cargó contra todo y todos. Sumando adeptos a pesar de la desconfianza inicial y se convirtió invencible y mito. Y leyenda. Amada y temida. Hasta que fue emboscada. Atrapada. Y vencida.

Los ingleses la hicieron prisionera y decidieron que sus franceses aliados se hicieran cargo de su demencia. Por el futuro Estado y por Dios fue abatida. Fue definida como una hereje. Primero porque hablaba con Dios y confinada a una torre oscura; pero si reincidía iba a la hoguera. Y reincidió. La acusaron de travestismo al usar ropa de hombre. Y los funcionarios del Rey de Francia y los funcionarios de Dios, se encargaron de mandarla a la hoguera.

La inventaron testigos “truchos”, testimonios aterradores y falsificaron sus declaraciones. Ella, rapada, encadenada, no tuvo abogado. Pero los jueces, el fiscal, los expertos de la inquisición, los obispos, los priores, los canónigos, los notarios y los testigos, coincidieron todos sin excepción con la Docta Universidad de la Sorbona, que ya por entonces tenía un prestigio muy bien ganado.

Y así fue que se dictaminó que esa loca, llamada por los malqueridos que la bienquerían La doncella de Orleans: fuese cismática, apóstata, mentirosa, adivinadora, sospechosa de herejía, bruja, errante en la fe y blasfemadora de Dios y de los Santos. Y travesti, por si dudas cabían.

Después pasó el tiempo y su patria y la iglesia, que la habían asado viva, la convirtieron en Heroína y Santa, Símbolo de Francia y emblema de la Cristiandad. Es que en 1456, un tribunal habilitado por el papa Calixto III examinó su juicio, anuló los cargos en su contra, la declaró inocente y la nombró mártir. En el siglo XVI la convirtieron en símbolo de la Liga Católica y en 1803 fue declarada símbolo nacional de Francia por decisión de Napoleón Bonaparte. Fue beatificada en 1909 y canonizada en 1920. Como pidiendo perdón. Tarde.

Juana de Arco. No pudieron con ella. Ni con el arado ni con la espada.

Juana de Arco. La que ardió en su propia fe y pasión, aunque la mecha la prendió otro.

29 JUL 2024 - 10:28

Por Juan Bigrevich/ Redacción Jornada

Podcast: Paloma Caria

Tenía 19 años. Cuando se hizo inmortal. Virgen por mandato de Dios o por pánico masculino fue quemada viva. Había conducido un ejército de miles de hombres que crecía al paso que iba ella. Sin espada y con un estandarte. Ellos la aborrecían. Nada ni nadie hacía lo de ella. Y le temían. Y ese odio visceral fue su ruina. Para ella. Y también para ellos. La calificaron de hereje dos veces. Por con sólo un pecado zafaba. Ya con el segundo fue imposible huir de la hoguera. Un 30 de mayo de 1431, el verdugo encendió la leña en la plaza del Mercado de Rouen, ella besó un crucifijo precario hecho para la ocasión y se marchó. Como rápida y voraz que era.

Juana, la sin nombre, la campesina. La que escuchaba voces y que le hablaban los ángeles, los santos y el que está más arriba: Dios y que le decía “sólo tú puedes liberar a Francia…sólo tú”. Y hacia allá fue. Juana, la loca. Juana la hereje; Juana, la guerrera, que a su paso sumaba más y más soldados para su causa con sus ataques con artillería y sus ataques frontales de caballería; venciendo lo que se ponía adelante. La de recuperar el trono francés para su Dios en la miserable guerra llamada De los Cien Años con el otro imperio, el británico.

Y así, esa pobretona campesina, nacida para parir hijos de manera seria, cargó contra todo y todos. Sumando adeptos a pesar de la desconfianza inicial y se convirtió invencible y mito. Y leyenda. Amada y temida. Hasta que fue emboscada. Atrapada. Y vencida.

Los ingleses la hicieron prisionera y decidieron que sus franceses aliados se hicieran cargo de su demencia. Por el futuro Estado y por Dios fue abatida. Fue definida como una hereje. Primero porque hablaba con Dios y confinada a una torre oscura; pero si reincidía iba a la hoguera. Y reincidió. La acusaron de travestismo al usar ropa de hombre. Y los funcionarios del Rey de Francia y los funcionarios de Dios, se encargaron de mandarla a la hoguera.

La inventaron testigos “truchos”, testimonios aterradores y falsificaron sus declaraciones. Ella, rapada, encadenada, no tuvo abogado. Pero los jueces, el fiscal, los expertos de la inquisición, los obispos, los priores, los canónigos, los notarios y los testigos, coincidieron todos sin excepción con la Docta Universidad de la Sorbona, que ya por entonces tenía un prestigio muy bien ganado.

Y así fue que se dictaminó que esa loca, llamada por los malqueridos que la bienquerían La doncella de Orleans: fuese cismática, apóstata, mentirosa, adivinadora, sospechosa de herejía, bruja, errante en la fe y blasfemadora de Dios y de los Santos. Y travesti, por si dudas cabían.

Después pasó el tiempo y su patria y la iglesia, que la habían asado viva, la convirtieron en Heroína y Santa, Símbolo de Francia y emblema de la Cristiandad. Es que en 1456, un tribunal habilitado por el papa Calixto III examinó su juicio, anuló los cargos en su contra, la declaró inocente y la nombró mártir. En el siglo XVI la convirtieron en símbolo de la Liga Católica y en 1803 fue declarada símbolo nacional de Francia por decisión de Napoleón Bonaparte. Fue beatificada en 1909 y canonizada en 1920. Como pidiendo perdón. Tarde.

Juana de Arco. No pudieron con ella. Ni con el arado ni con la espada.

Juana de Arco. La que ardió en su propia fe y pasión, aunque la mecha la prendió otro.


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