Entre las 120 y Shura

08 JUL 2024 - 11:17 | Actualizado 12 AGO 2024 - 10:18

Por Juan Migual Bigrevich
Podcast: Paloma Caria
Diseño: Marcelo Maidana

Fueron 120. Fueron 123. Fue una. Las que fueron masacradas en 1857, las que fueron incineradas en 1911, la que instituyó -por primera vez- el Día Internacional de la Mujer. Fueron 120, 123 o una; da igual. Fueron y son millones. Las primeras, mártires, un 8 de marzo de 1857, las mató a tiros la Policía neoyorquina porque salieron a la calle por las pésimas condiciones laborales en sus fábricas textiles y porque querían amamantar a sus bebés. Y no tuvieron piedad. Las segundas, mártires también, fueron quemadas dentro de otra fábrica textil y también de Nueva York llamada Triangle Shirtwaist.

Querían mejoras laborales, respeto y salarios dignos. Fue un 25 de marzo, pero de 1911. Y la acompañaron, a la eternidad, 23 hombres. Todos, ellas y ellos, fueron encerrados en un vetusto edificio y sin luz por la patronal y los quemaron. La tercera, leyenda ella, se llamó Aleksandra Kolontai, pero la conocían como Shura. Hija de aristócratas ucranianos y madereros finlandeses abrazó la causa de la liberación femenina, tanto, que abandonó a su esposo e hijo y se fue a Zurich.

Allí conoció a todos. A Clara Zetkin y a Rosa de Luxemburgo y a un tal Vladimir Ilych Ulianov que la historia lo conoce como Lenin. Con aquellas, organizó el primer movimiento femeninista y con él, se convirtió en la mujer fuerte de los bolcheviques que le valió la cárcel y la gloria luego. Fomentó la independencia finesa de los zares y organizó una multitudinaria marcha en Moscú por la muerte de dos millones de compatriotas en la primera guerra mundial. Después -con la revolución comunista- se convirtió en la primera mujer en un gabinete ministerial y logró el sufragio femenino, el divorcio, la igualdad de salarios, el aborto y la aceptación del sexo libre.

Fue demasiado, su amigo, el Ilych, no la pudo aguantar ante tanto poder y ante tanto odio.

Y la envió a un exilio dorado, de diplomática itinerante. Fue tal su idolatría que ni siquiera Stalin la tocó. Shura se fue un 9 de marzo. De 1952, 34 años y un día después que al Parlamento soviético aceptara el homenaje del 8 de marzo. El de ella. El de las 120. O de las 123. O de millones. Y mucho antes que esa farsa llamada bajo la sigla ONU lo oficializara. Empoderadas, lo que se dice empoderadas, eran éstas. Las que abrieron caminos. Con unos ovarios como dos avenidas. Contra todo. Contra todos.

08 JUL 2024 - 11:17

Por Juan Migual Bigrevich
Podcast: Paloma Caria
Diseño: Marcelo Maidana

Fueron 120. Fueron 123. Fue una. Las que fueron masacradas en 1857, las que fueron incineradas en 1911, la que instituyó -por primera vez- el Día Internacional de la Mujer. Fueron 120, 123 o una; da igual. Fueron y son millones. Las primeras, mártires, un 8 de marzo de 1857, las mató a tiros la Policía neoyorquina porque salieron a la calle por las pésimas condiciones laborales en sus fábricas textiles y porque querían amamantar a sus bebés. Y no tuvieron piedad. Las segundas, mártires también, fueron quemadas dentro de otra fábrica textil y también de Nueva York llamada Triangle Shirtwaist.

Querían mejoras laborales, respeto y salarios dignos. Fue un 25 de marzo, pero de 1911. Y la acompañaron, a la eternidad, 23 hombres. Todos, ellas y ellos, fueron encerrados en un vetusto edificio y sin luz por la patronal y los quemaron. La tercera, leyenda ella, se llamó Aleksandra Kolontai, pero la conocían como Shura. Hija de aristócratas ucranianos y madereros finlandeses abrazó la causa de la liberación femenina, tanto, que abandonó a su esposo e hijo y se fue a Zurich.

Allí conoció a todos. A Clara Zetkin y a Rosa de Luxemburgo y a un tal Vladimir Ilych Ulianov que la historia lo conoce como Lenin. Con aquellas, organizó el primer movimiento femeninista y con él, se convirtió en la mujer fuerte de los bolcheviques que le valió la cárcel y la gloria luego. Fomentó la independencia finesa de los zares y organizó una multitudinaria marcha en Moscú por la muerte de dos millones de compatriotas en la primera guerra mundial. Después -con la revolución comunista- se convirtió en la primera mujer en un gabinete ministerial y logró el sufragio femenino, el divorcio, la igualdad de salarios, el aborto y la aceptación del sexo libre.

Fue demasiado, su amigo, el Ilych, no la pudo aguantar ante tanto poder y ante tanto odio.

Y la envió a un exilio dorado, de diplomática itinerante. Fue tal su idolatría que ni siquiera Stalin la tocó. Shura se fue un 9 de marzo. De 1952, 34 años y un día después que al Parlamento soviético aceptara el homenaje del 8 de marzo. El de ella. El de las 120. O de las 123. O de millones. Y mucho antes que esa farsa llamada bajo la sigla ONU lo oficializara. Empoderadas, lo que se dice empoderadas, eran éstas. Las que abrieron caminos. Con unos ovarios como dos avenidas. Contra todo. Contra todos.


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