Crearon un perchero solidario para ayudar a la gente que más lo necesita

Son alumnos de entre 6 y 14 años que asisten a Kimün, un espacio de acompañamiento lúdico y recreativo. Se les ocurrió hacer un proyecto solidario para que la gente pueda llevarse la ropa que necesita o bien dejar lo que no usa. El perchero se encuentra en el Pasaje Salta en pleno centro de Trelew. Cuentan que la ropa colgada no dura nada

Docentes y alumnos de Kimün Trelew junto al perchero solidario que inventaron. Foto: Alberto Evans
29 JUN 2024 - 16:24 | Actualizado 29 JUN 2024 - 19:07

Por Lisandro Aguirregabiría/Redacción Jornada

Hay cosas que no figuran en los libros sino que están en el mundo ahí fuera. Las mejores ideas nos asaltan cuando menos pensamos en eso que nos desvela.

En el Pasaje Salta 320 de Trelew, en un paredón, hay un perchero en el que se lee “Si lo necesitás llevalo, si te sobra dejalo”. En el perchero la ropa colgada no dura casi nada.

El proyecto nació de la idea de las docentes y alumnos de Kimün, un espacio de acompañamiento pedagógico, lúdico y recreativo.

El mecanismo funciona en forma anónima, impersonal: el que pasa por ahí y ve algo que necesita para él o sus hijos o un conocido, simplemente va y lo toma.

De la misma forma, a aquel que le sobra una prenda no tiene más que colgarla para que alguien que la necesita se la lleve.

Este círculo solidario lleva dos años y que no persigue otro fin de ayudar a quienes más lo necesitan. No es necesario pedirle nada a nadie; simplemente se trata de tomar lo que uno necesita.

Las docentes, Agustina, Greta, Julieta, Maira, Marinés y Natasha, acompañadas de sus alumnos y alumnas, comentaron a Jornada cómo funciona este proyecto.

“Buscamos tener un contacto con el afuera y relacionarnos, que no sea solo un lugar donde los chicos vienen a hacer la tarea, sino que hagan algo para la sociedad”, dicen las docentes.

Los alumnos levantan la mano y hablan de las materias que les gustan y las que le cuestan.

Pero todo no termina ahí: hay un mundo afuera en el que circulan abrigos, alimentos y cualquier otro objeto que implique una necesidad que cubrir.

Niños y niñas confiesan que han visto pasar cosas que nunca hubiera imaginado: fundas de teléfono, bikinis, útiles escolares, mates, termos y hasta una bolsa de pan.

El perchero era una madera vieja que había que pulirla y colorearla, y terminar de completarla. Los alumnos lijaron, pintaron, recortaron y vieron al perchero nacer y crecer de la nada.

Con el tiempo empezó a correr la voz que en este pasaje entre las calles España e Italia, pueden servirse ropa tanto en invierno como en verano.

El proyecto fue creciendo en la medida en que la gente se iba apropiando de lo que verdaderamente necesitaba.

CONFIANZA

Hoy se suelen ver cabezas que se asoman, de día y de noche, buscando algo que dejar o algo que llevarse.

El mecanismo que hace funcionar este círculo es la confianza. Las docentes y los alumnos apelan a la forma de la solidaridad como valor supremo. Nadie piensa mal de nadie.

“En un momento sospechamos, ¿y si se lo llevan y lo venden en una feria? Y la respuesta a eso fue bueno con esa plata lleva comida a su casa”, cuentan.

Incluso, muchas veces, se presentan personas espontáneamente con cajas con ropa y zapatillas.

Las docentes se encargan de colgarlas en el perchero y reponer en la medida en que las van llevando.

Docentes y alumnos de Kimün en el aula durante la entrevista con Jornada. Foto: Alberto Evans

También ellas resguardan la ropa cada vez que llueve y luego regresarlas al perchero para que alguien se las lleve.

En estos dos años, el perchero vio pasar calor, frío, lluvia, sequía, y los niños y niñas que llegan a Kimün lo van restaurando como parte de su aprendizaje.

Hasta ahora la confianza derribó cualquier prejuicio y el perchero sigue firme ahí fuera.

“Se corre la voz que acá en este lugar se dona ropa. Yo creo que está funcionando así. Las cosas malas te enteras más rápido”, aseguran.

Docentes y alumnos de Kimün Trelew junto al perchero solidario que inventaron. Foto: Alberto Evans
29 JUN 2024 - 16:24

Por Lisandro Aguirregabiría/Redacción Jornada

Hay cosas que no figuran en los libros sino que están en el mundo ahí fuera. Las mejores ideas nos asaltan cuando menos pensamos en eso que nos desvela.

En el Pasaje Salta 320 de Trelew, en un paredón, hay un perchero en el que se lee “Si lo necesitás llevalo, si te sobra dejalo”. En el perchero la ropa colgada no dura casi nada.

El proyecto nació de la idea de las docentes y alumnos de Kimün, un espacio de acompañamiento pedagógico, lúdico y recreativo.

El mecanismo funciona en forma anónima, impersonal: el que pasa por ahí y ve algo que necesita para él o sus hijos o un conocido, simplemente va y lo toma.

De la misma forma, a aquel que le sobra una prenda no tiene más que colgarla para que alguien que la necesita se la lleve.

Este círculo solidario lleva dos años y que no persigue otro fin de ayudar a quienes más lo necesitan. No es necesario pedirle nada a nadie; simplemente se trata de tomar lo que uno necesita.

Las docentes, Agustina, Greta, Julieta, Maira, Marinés y Natasha, acompañadas de sus alumnos y alumnas, comentaron a Jornada cómo funciona este proyecto.

“Buscamos tener un contacto con el afuera y relacionarnos, que no sea solo un lugar donde los chicos vienen a hacer la tarea, sino que hagan algo para la sociedad”, dicen las docentes.

Los alumnos levantan la mano y hablan de las materias que les gustan y las que le cuestan.

Pero todo no termina ahí: hay un mundo afuera en el que circulan abrigos, alimentos y cualquier otro objeto que implique una necesidad que cubrir.

Niños y niñas confiesan que han visto pasar cosas que nunca hubiera imaginado: fundas de teléfono, bikinis, útiles escolares, mates, termos y hasta una bolsa de pan.

El perchero era una madera vieja que había que pulirla y colorearla, y terminar de completarla. Los alumnos lijaron, pintaron, recortaron y vieron al perchero nacer y crecer de la nada.

Con el tiempo empezó a correr la voz que en este pasaje entre las calles España e Italia, pueden servirse ropa tanto en invierno como en verano.

El proyecto fue creciendo en la medida en que la gente se iba apropiando de lo que verdaderamente necesitaba.

CONFIANZA

Hoy se suelen ver cabezas que se asoman, de día y de noche, buscando algo que dejar o algo que llevarse.

El mecanismo que hace funcionar este círculo es la confianza. Las docentes y los alumnos apelan a la forma de la solidaridad como valor supremo. Nadie piensa mal de nadie.

“En un momento sospechamos, ¿y si se lo llevan y lo venden en una feria? Y la respuesta a eso fue bueno con esa plata lleva comida a su casa”, cuentan.

Incluso, muchas veces, se presentan personas espontáneamente con cajas con ropa y zapatillas.

Las docentes se encargan de colgarlas en el perchero y reponer en la medida en que las van llevando.

Docentes y alumnos de Kimün en el aula durante la entrevista con Jornada. Foto: Alberto Evans

También ellas resguardan la ropa cada vez que llueve y luego regresarlas al perchero para que alguien se las lleve.

En estos dos años, el perchero vio pasar calor, frío, lluvia, sequía, y los niños y niñas que llegan a Kimün lo van restaurando como parte de su aprendizaje.

Hasta ahora la confianza derribó cualquier prejuicio y el perchero sigue firme ahí fuera.

“Se corre la voz que acá en este lugar se dona ropa. Yo creo que está funcionando así. Las cosas malas te enteras más rápido”, aseguran.


NOTICIAS RELACIONADAS