Ian lleva el potrero sureño en cada gambeta

Parecía ser una cuestión de tiempo. Ian Rodrigo Subiabre se metió en la historia de los futbolistas made in Comodoro Rivadavia, debutó oficialmente en la Primera División de River Plate y entró en los libros, por su edad, su proyección y lo que implica llegar a un club grande desde la lejanía –y no tanto- de la Patagonia.

Ian tuvo su estreno con la camiseta de River a los 17 años.
01 FEB 2024 - 18:49 | Actualizado 01 FEB 2024 - 18:56

Por Ismael Tebes
REDACCION JORNADA
itebes@grupojornada.com
En Twiter: @IsmaTebes

“Barrilete”, suele decirle Martín, su padre y primer hincha. E Ian, le terminó cumpliendo el sueño que por causa del destino, no pudo escribir años atrás, también probándose en el “Millonario”.

Subiabre hijo tiene todo para triunfar. Una gambeta de otra dimensión, velocidad acorde a éstos
tiempos y una visión de juego que trasciende su edad. Es que a su talento natural, forjado en los potreros del barrio Pietrobelli y en el ex Torneo Oficial Infantil de la Comisión de Actividades Infantiles, le agregó disciplina, fortaleza mental y el temple que antes, quizás, un chico de su edad no solía tener.

Siendo muy chico, eligió apostar y quedarse a vivir en Capital Federal, lejos de su familia, en esa prueba de carácter que no tiene que ver con la evolución futbolística.

Como todo lo bueno, o lo que puede estar todavía un escalón por encima, Ian transitó gran parte de sus diecisiete años corriendo detrás de un sueño redondo. Y su debut, apenas con un puñado de minutos en el equipo de Martín Demichelis en el 2-0 ante Barracas Central en cancha de Lanús en reemplazo del colombiano Miguel Borja, es parte de un proceso que no sorprende a nadie que alguna vez lo disfrutó en una cancha, detrás de un alambrado.

El primer dato es que su primer “gran debut” había sido en el 2021, un primero de diciembre cuando vistiendo la camiseta número once de la Comisión de Actividades Infantiles saltó a la cancha con una Primera División en la cancha de sintético de USMA. Y además avisó convirtiendo uno de los goles del equipo, en lo que resultó entonces, el triunfo 2-1 ante Caleta Córdova.

Era cuestión de subirse al avión, de dejar atrás lo conocido y de seguir lo que naturalmente, era una fija. El pibe del entonces pelo platinado llegó a la Selección Argentina, jugó el Mundial Sub 17; tiró caños ante los brasileros y clasificó cuarto en un grupo que dejará muchos nombres para los cazatalentos: Ruberto, el Diablito Echeverri, Mastantuono y el mismo Ian, blindado con una cláusula millonaria a su regreso de Indonesia.

El pibe es familia, pocas palabras; las justas y se expresa mejor que nadie cuando salta a una cancha. Ahí aflora el barrio, la picardía y una madurez que pareció brotarle antes de tiempo.

Comodoro Rivadavia sigue escribiendo nombres fuertes en el futbol grande. Desde Víctor Doria hasta Sixto Peralta, Andrés Silvera, Pablo Barrientos, Mario Santana y cientos más. Ahora más que antes, cuando emigrar era “cosa de grandes”. El no estar preparados para esa exigencia no futbolística, hizo quizás que muchos terminaran quedando en el camino; jugando profesionalmente en otras categorías o regresando, contando y multiplicando la experiencia para que no vuelva a repetirse en otros.

Ian no solamente adquirió la dimensión de “joyita” sino que tiene los pies sobre la tierra. Es familiero, amante de los asados, admirador acérrimo de Julián Álvarez y un estudiante más en el Colegio de River Plate. Un pibe que mata con su simpleza y tiene grabado a Comodoro en cada gambeta a lo igual que su madre, quien eligió la tinta para llevarlo siempre en su pierna en un conmovedor tatoo de amor.

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Ian tuvo su estreno con la camiseta de River a los 17 años.
01 FEB 2024 - 18:49

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“Barrilete”, suele decirle Martín, su padre y primer hincha. E Ian, le terminó cumpliendo el sueño que por causa del destino, no pudo escribir años atrás, también probándose en el “Millonario”.

Subiabre hijo tiene todo para triunfar. Una gambeta de otra dimensión, velocidad acorde a éstos
tiempos y una visión de juego que trasciende su edad. Es que a su talento natural, forjado en los potreros del barrio Pietrobelli y en el ex Torneo Oficial Infantil de la Comisión de Actividades Infantiles, le agregó disciplina, fortaleza mental y el temple que antes, quizás, un chico de su edad no solía tener.

Siendo muy chico, eligió apostar y quedarse a vivir en Capital Federal, lejos de su familia, en esa prueba de carácter que no tiene que ver con la evolución futbolística.

Como todo lo bueno, o lo que puede estar todavía un escalón por encima, Ian transitó gran parte de sus diecisiete años corriendo detrás de un sueño redondo. Y su debut, apenas con un puñado de minutos en el equipo de Martín Demichelis en el 2-0 ante Barracas Central en cancha de Lanús en reemplazo del colombiano Miguel Borja, es parte de un proceso que no sorprende a nadie que alguna vez lo disfrutó en una cancha, detrás de un alambrado.

El primer dato es que su primer “gran debut” había sido en el 2021, un primero de diciembre cuando vistiendo la camiseta número once de la Comisión de Actividades Infantiles saltó a la cancha con una Primera División en la cancha de sintético de USMA. Y además avisó convirtiendo uno de los goles del equipo, en lo que resultó entonces, el triunfo 2-1 ante Caleta Córdova.

Era cuestión de subirse al avión, de dejar atrás lo conocido y de seguir lo que naturalmente, era una fija. El pibe del entonces pelo platinado llegó a la Selección Argentina, jugó el Mundial Sub 17; tiró caños ante los brasileros y clasificó cuarto en un grupo que dejará muchos nombres para los cazatalentos: Ruberto, el Diablito Echeverri, Mastantuono y el mismo Ian, blindado con una cláusula millonaria a su regreso de Indonesia.

El pibe es familia, pocas palabras; las justas y se expresa mejor que nadie cuando salta a una cancha. Ahí aflora el barrio, la picardía y una madurez que pareció brotarle antes de tiempo.

Comodoro Rivadavia sigue escribiendo nombres fuertes en el futbol grande. Desde Víctor Doria hasta Sixto Peralta, Andrés Silvera, Pablo Barrientos, Mario Santana y cientos más. Ahora más que antes, cuando emigrar era “cosa de grandes”. El no estar preparados para esa exigencia no futbolística, hizo quizás que muchos terminaran quedando en el camino; jugando profesionalmente en otras categorías o regresando, contando y multiplicando la experiencia para que no vuelva a repetirse en otros.

Ian no solamente adquirió la dimensión de “joyita” sino que tiene los pies sobre la tierra. Es familiero, amante de los asados, admirador acérrimo de Julián Álvarez y un estudiante más en el Colegio de River Plate. Un pibe que mata con su simpleza y tiene grabado a Comodoro en cada gambeta a lo igual que su madre, quien eligió la tinta para llevarlo siempre en su pierna en un conmovedor tatoo de amor.


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