Editorial / Los desafíos y las incógnitas

Leé La Columna del Domingo, el tradicional editorial de la edición impresa de Jornada.

Al límite. Ignacio “Nacho” Torres se mueve políticamente esquivando todas las esquirlas de la coyuntura.
04 NOV 2023 - 21:20 | Actualizado 05 NOV 2023 - 0:28

En dos semanas habrá nuevo presidente y en cinco semanas, nuevo gobernador de Chubut. Los dos escenarios generan mucha incertidumbre y, a la vez, mucha esperanza. Pero ninguno de los dos las certezas suficientes.

El camino hacia el balotaje está lleno de tensiones y se está dando como se preveía, con Sergio Massa tomando medidas, haciendo anuncios y controlando que nadie se relaje; y Javier Milei surfeando entre Mauricio Macri, que se siente su patrón y lo condiciona hasta públicamente, y la reaparición mediática de su séquito más extremista, que volvió a atizar los tópicos que se habían empezado a apagar tras la alianza Macri-Milei, como la dolarización, la compra y venta de órganos y el anuncio de ajustes salvajes si llegan a la Casa Rosada.

A esta altura del partido, los convencidos de uno y otro lado ya no parecen conmoverse con nada. Las campañas mediáticas que para exacerbar los delirios místicos de La Libertad Avanza o tratar al ministro de Economía como una continuidad del kirchnerismo, son pólvora mojada. El único objetivo sobre el que deberán trabajar en estas últimas semanas es conquistar a los votantes que todavía no se han definido.

Massa tiene que terminar de convencer a millones de votantes radicales, de izquierda e independientes que ya no ven al antiperonismo o al antikirchnerismo como una opción democrática ante el avance de la ultraderecha ideológica y el liberalismo económico más feroz. Massa y Milei no son lo mismo, como suelen afirmar los dirigentes y militantes de la izquierda argentina. El que no puede ni siquiera pensar una respuesta rápida para esa duda, es un voto perdido. Son como los que en el cenit de la grieta afirmaban que no estaban “ni de un lado ni del otro”. Estaban del otro y les daba vergüenza asumirlo.

Aunque Massa insista con un gobierno de unión nacional o aspire a terminar con la grieta, nada de eso ocurrirá antes del 19 de noviembre y, probablemente, lleve mucho más tiempo curar las secuelas del cáncer de la división nacional que ayudaron a inocular los grandes medios de comunicación, los sectores económicos más concentrados y los mercaderes del cambio, muchos de los cuales ahora militan la “libertad” sin sonrojarse.

La paridad que dan las primeras encuestas de cara al balotaje confirma que relajarse no es una opción. Massa lo sabe. Y Macri, también.

“Nacho” juega al límite

En este campo de batalla en donde a cada pisada puede estallar una bomba, el gobernador electo de Chubut viene esquivando las esquirlas como un campeón. Venir jugando desde hace un tiempo en las grandes ligas es un mérito insoslayable, pero los riesgos son mayores.

Por ejemplo, su primera decisión tras el anuncio de la alianza Macri-Milei fue encolumnarse con la liga de gobernadores de Juntos por el Cambio que sabe que tiene vida y responsabilidades ejecutivas más allá del balotaje. Correrse aunque sea un poco de la fila que ordena Macri no es para cualquiera. Ni gratuito.

Por si fuera poco, esta semana Torres declaró en CNN Radio que “no va a existir más esa mesa de Juntos por el Cambio que nadie sabe quiénes son” y hasta aseguró que el 19 de noviembre “no voy a votar en blanco. No se trata de estar aliado a Milei o Massa, sino de ser conscientes del músculo parlamentario y defender nuestra propia agenda”, se atajó el chubutense.

Torres quiere que pase rápido la segunda vuelta, que gane Massa (porque Milei significaría un escenario más peligroso para los intereses de Chubut) y terminar de configurar su equipo de gobierno porque lo que le espera no será sencillo. La heterogeneidad de su futuro gabinete es un punto a favor hasta que se hila más fino. La mayoría de los extrapartidarios, sobre todo los de extracción peronista, llegarán al gobierno de JxC sin acuerdos sólidos que garanticen lo que se busca con estos gestos, que no es otra cosa que gobernabilidad. Por ahora, Torres tiene coincidencias más sólidas con los sectores empresarios que con los de la política.

El futuro gobernador apuesta a romper de entrada los prejuicios y empezar el mismo 10 de diciembre su construcción provincial transversal. Es una apuesta interesante, a pesar del apuro de algunos que ya hablan de ocho años de gestión en Chubut que de paso a una carrera presidencial para 2031. En política, la precocidad es un pecado muchas veces mortal.

En el actual Gobierno provincial aseguran por lo bajo que Torres asumirá en cinco semanas con los sueldos de noviembre pagados, con fondos suficientes para hacer frente a los aguinaldos y, además, unos $ 20.000 millones en la caja. No es poco, tampoco demasiado.

Con pocas sesiones de la Legislatura por delante, preocupa que no haya habido hasta ahora discusiones de fondo sobre el Presupuesto 2024 (apenas si ingresó el ajuste del Presupuesto del Poder Judicial pedido por el futuro equipo económico a los integrantes del Superior Tribunal de Justicia) o un proyecto para modificar la Ley de Ministerios, por ejemplo.

Se vienen días de mucho vértigo para los que tienen la delicada tarea de gobernar. Hay que dar la talla, nada más y nada menos.#

Enterate de las noticias de POLITICA a través de nuestro newsletter

Anotate para recibir las noticias más importantes de esta sección.

Te podés dar de baja en cualquier momento con un solo clic.
Al límite. Ignacio “Nacho” Torres se mueve políticamente esquivando todas las esquirlas de la coyuntura.
04 NOV 2023 - 21:20

En dos semanas habrá nuevo presidente y en cinco semanas, nuevo gobernador de Chubut. Los dos escenarios generan mucha incertidumbre y, a la vez, mucha esperanza. Pero ninguno de los dos las certezas suficientes.

El camino hacia el balotaje está lleno de tensiones y se está dando como se preveía, con Sergio Massa tomando medidas, haciendo anuncios y controlando que nadie se relaje; y Javier Milei surfeando entre Mauricio Macri, que se siente su patrón y lo condiciona hasta públicamente, y la reaparición mediática de su séquito más extremista, que volvió a atizar los tópicos que se habían empezado a apagar tras la alianza Macri-Milei, como la dolarización, la compra y venta de órganos y el anuncio de ajustes salvajes si llegan a la Casa Rosada.

A esta altura del partido, los convencidos de uno y otro lado ya no parecen conmoverse con nada. Las campañas mediáticas que para exacerbar los delirios místicos de La Libertad Avanza o tratar al ministro de Economía como una continuidad del kirchnerismo, son pólvora mojada. El único objetivo sobre el que deberán trabajar en estas últimas semanas es conquistar a los votantes que todavía no se han definido.

Massa tiene que terminar de convencer a millones de votantes radicales, de izquierda e independientes que ya no ven al antiperonismo o al antikirchnerismo como una opción democrática ante el avance de la ultraderecha ideológica y el liberalismo económico más feroz. Massa y Milei no son lo mismo, como suelen afirmar los dirigentes y militantes de la izquierda argentina. El que no puede ni siquiera pensar una respuesta rápida para esa duda, es un voto perdido. Son como los que en el cenit de la grieta afirmaban que no estaban “ni de un lado ni del otro”. Estaban del otro y les daba vergüenza asumirlo.

Aunque Massa insista con un gobierno de unión nacional o aspire a terminar con la grieta, nada de eso ocurrirá antes del 19 de noviembre y, probablemente, lleve mucho más tiempo curar las secuelas del cáncer de la división nacional que ayudaron a inocular los grandes medios de comunicación, los sectores económicos más concentrados y los mercaderes del cambio, muchos de los cuales ahora militan la “libertad” sin sonrojarse.

La paridad que dan las primeras encuestas de cara al balotaje confirma que relajarse no es una opción. Massa lo sabe. Y Macri, también.

“Nacho” juega al límite

En este campo de batalla en donde a cada pisada puede estallar una bomba, el gobernador electo de Chubut viene esquivando las esquirlas como un campeón. Venir jugando desde hace un tiempo en las grandes ligas es un mérito insoslayable, pero los riesgos son mayores.

Por ejemplo, su primera decisión tras el anuncio de la alianza Macri-Milei fue encolumnarse con la liga de gobernadores de Juntos por el Cambio que sabe que tiene vida y responsabilidades ejecutivas más allá del balotaje. Correrse aunque sea un poco de la fila que ordena Macri no es para cualquiera. Ni gratuito.

Por si fuera poco, esta semana Torres declaró en CNN Radio que “no va a existir más esa mesa de Juntos por el Cambio que nadie sabe quiénes son” y hasta aseguró que el 19 de noviembre “no voy a votar en blanco. No se trata de estar aliado a Milei o Massa, sino de ser conscientes del músculo parlamentario y defender nuestra propia agenda”, se atajó el chubutense.

Torres quiere que pase rápido la segunda vuelta, que gane Massa (porque Milei significaría un escenario más peligroso para los intereses de Chubut) y terminar de configurar su equipo de gobierno porque lo que le espera no será sencillo. La heterogeneidad de su futuro gabinete es un punto a favor hasta que se hila más fino. La mayoría de los extrapartidarios, sobre todo los de extracción peronista, llegarán al gobierno de JxC sin acuerdos sólidos que garanticen lo que se busca con estos gestos, que no es otra cosa que gobernabilidad. Por ahora, Torres tiene coincidencias más sólidas con los sectores empresarios que con los de la política.

El futuro gobernador apuesta a romper de entrada los prejuicios y empezar el mismo 10 de diciembre su construcción provincial transversal. Es una apuesta interesante, a pesar del apuro de algunos que ya hablan de ocho años de gestión en Chubut que de paso a una carrera presidencial para 2031. En política, la precocidad es un pecado muchas veces mortal.

En el actual Gobierno provincial aseguran por lo bajo que Torres asumirá en cinco semanas con los sueldos de noviembre pagados, con fondos suficientes para hacer frente a los aguinaldos y, además, unos $ 20.000 millones en la caja. No es poco, tampoco demasiado.

Con pocas sesiones de la Legislatura por delante, preocupa que no haya habido hasta ahora discusiones de fondo sobre el Presupuesto 2024 (apenas si ingresó el ajuste del Presupuesto del Poder Judicial pedido por el futuro equipo económico a los integrantes del Superior Tribunal de Justicia) o un proyecto para modificar la Ley de Ministerios, por ejemplo.

Se vienen días de mucho vértigo para los que tienen la delicada tarea de gobernar. Hay que dar la talla, nada más y nada menos.#


NOTICIAS RELACIONADAS