Editorial / Chubut, la cuarta exportadora, entre su crisis productiva y la confusión general

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El petróleo, la pesca y el ganado ovino son tres de los productos que el Chubut cuenta para ser considerado un gran exportador en el pais.
12 MAR 2022 - 20:45 | Actualizado

La semana pasada, el INDEC divulgó los últimos datos sobre exportaciones provinciales y confirmó lo que viene ocurriendo desde hace varias décadas: con 2.914 millones de dólares exportados en 2021 (un 43,5% más que el año anterior), Chubut se volvió a consolidar como la cuarta provincia exportadora de la Argentina.

El incremento se sostuvo en varios de los principales productos exportables, como son el petróleo crudo (+ 71,6%); los pescados y mariscos sin elaborar (+ 28%); y las lanas (+ 53,7%).

Lo que en sí mismo sería una buena noticia para cualquier economía provincial, en el caso de Chubut también confirma las falencias estructurales que viene teniendo (y profundizando) por basar su desempeño económico casi exclusivamente en el poder de sus “commodities”. No está mal tener materias primas para colocar en el mercado externo. Lo que está mal es no haber podido desarrollar aun un proyecto productivo alrededor de esa matriz puramente extractivista.

El caso de Chubut es curioso por donde se lo mire: es la cuarta exportadora del país con apenas el 10% de población de la tercera, que es Córdoba; y exporta a razón de 4.400 dólares “per cápita” (por habitante), casi 40 veces más que el promedio de los habitantes de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires (que exportó 314 millones de dólares en 2021), el distrito que se termina tomando todo el jugo que le exprimen al resto de las provincias.

Son números fríos pero no se puede soslayar el enorme aporte que Chubut hace al país y la poca devolución que tiene.

Rica y pobre

Ya se ha dicho en esta Columna más de una vez: la matriz productiva de Chubut no está agotada, lo que en todo caso se agotó (hace tiempo) es el modelo de desarrollo, con sectores estratégicos con altas rentabilidades y cuentas públicas en bancarrota.

El problema sigue siendo la captación y distribución del ingreso generado por esos sectores y la falta de integración de la industria local a esas cadenas de valor estratégicas.

Ese defecto de fondo, que en parte puede ser adjudicado a la voracidad del sector privado por maximizar ganancias –es parte de su esencia-, es en gran medida el resultado de análisis equivocados, políticas públicas erróneas o, directamente, desidia. En el caso de Chubut, un poco de cada ingrediente durante las últimas tres décadas: de Carlos Maestro y José Luis Lizurume a Mario Das Neves; de Martín Buzzi (y otra vez Das Neves) a Mariano Arcioni. Todos tienen una cuota de responsabilidad en este sentido.

Una nueva agenda

Es indubitable que en Chubut llegó la hora de sentarse a rediscutir un proceso de industrialización y agregado de valor a partir de ventajas competitivas para la promoción y creación de empleo. Para ello, hay que elevar la capacidad técnica y la gravitación del Estado, pero también la idoneidad de los funcionarios que toman decisiones. Para hacer los cambios que hay que hacer no sólo se necesitan dirigentes políticos colectores de votos, también es indispensable conformar equipos de trabajo, usinas de ideas y centros de pensamiento que ayuden a repensar el bosque, no un árbol.

No se puede prescindir de lo electoral pero alguien tiene que estar dispuesto a levantar la cabeza y marcar un camino que necesariamente va a exceder los cuatro o los ocho años de una gestión de gobierno.

En el camino

En el escenario que vive Chubut, por historia e ideología, el peronismo deberá ser necesariamente un agente del cambio. Los malos resultados electorales que viene teniendo no invalidan su relevancia histórica y se explican en los graves errores de algunos de sus dirigentes.

La semana que pasó, Juan Pablo Luque y Ricardo Sastre, dos de los principales aspirantes del peronismo a ocupar el sillón principal de Fontana 50, se volvieron a mover con paso de candidatos. Es más, uno de ellos lo expresó sin vueltas: “Quiero ser gobernador y llevar el ‘modelo Madryn’ a Chubut”, dijo el vicegobernador.

El intendente de Comodoro Rivadavia lideró una reunión con otros intendentes preocupados como él por la crisis hídrica y respaldó al presidente Alberto Fernández en su cruzada parlamentaria por conseguir la aprobación del acuerdo con el Fondo.

Sastre y Luque siguen cumpliendo con el pacto de caballeros de caminar hacia 2023 sin ponerse palos en las ruedas, y mucho menos en las del gobernador Mariano Arcioni. Ambos necesitan una Chubut viable para que sus proyectos electorales tengan alguna chance.

Para eso, además, el peronismo chubutense deberá iniciar un camino de reordenamiento y debate interno que permitan entender por qué el diputado nacional Santiago Igon votó en contra del acuerdo con el Fondo –en línea con su jefe político, Máximo Kirchner, y quedando del mismo lado que el libertario y bufón mediático Javier Milei-, mientras las otras dos diputadas del PJ, Estela Hernández y Eugenia Alianiello (más los legisladores del PRO, Ana Clara Romero y Matías Taccetta), acompañaron al Gobierno nacional.

A la luz de los acontecimientos, es improbable que los senadores Nacho Torres y Edith Terenzi (JxC) no apoyen el acuerdo con el FMI. ¿Pero qué hará Carlos Linares, un cristinista de la primera hora?

Estos berenjenales políticos e ideológicos también son parte de los problemas de Chubut y un gran aporte a la confusión general.

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El petróleo, la pesca y el ganado ovino son tres de los productos que el Chubut cuenta para ser considerado un gran exportador en el pais.
12 MAR 2022 - 20:45

La semana pasada, el INDEC divulgó los últimos datos sobre exportaciones provinciales y confirmó lo que viene ocurriendo desde hace varias décadas: con 2.914 millones de dólares exportados en 2021 (un 43,5% más que el año anterior), Chubut se volvió a consolidar como la cuarta provincia exportadora de la Argentina.

El incremento se sostuvo en varios de los principales productos exportables, como son el petróleo crudo (+ 71,6%); los pescados y mariscos sin elaborar (+ 28%); y las lanas (+ 53,7%).

Lo que en sí mismo sería una buena noticia para cualquier economía provincial, en el caso de Chubut también confirma las falencias estructurales que viene teniendo (y profundizando) por basar su desempeño económico casi exclusivamente en el poder de sus “commodities”. No está mal tener materias primas para colocar en el mercado externo. Lo que está mal es no haber podido desarrollar aun un proyecto productivo alrededor de esa matriz puramente extractivista.

El caso de Chubut es curioso por donde se lo mire: es la cuarta exportadora del país con apenas el 10% de población de la tercera, que es Córdoba; y exporta a razón de 4.400 dólares “per cápita” (por habitante), casi 40 veces más que el promedio de los habitantes de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires (que exportó 314 millones de dólares en 2021), el distrito que se termina tomando todo el jugo que le exprimen al resto de las provincias.

Son números fríos pero no se puede soslayar el enorme aporte que Chubut hace al país y la poca devolución que tiene.

Rica y pobre

Ya se ha dicho en esta Columna más de una vez: la matriz productiva de Chubut no está agotada, lo que en todo caso se agotó (hace tiempo) es el modelo de desarrollo, con sectores estratégicos con altas rentabilidades y cuentas públicas en bancarrota.

El problema sigue siendo la captación y distribución del ingreso generado por esos sectores y la falta de integración de la industria local a esas cadenas de valor estratégicas.

Ese defecto de fondo, que en parte puede ser adjudicado a la voracidad del sector privado por maximizar ganancias –es parte de su esencia-, es en gran medida el resultado de análisis equivocados, políticas públicas erróneas o, directamente, desidia. En el caso de Chubut, un poco de cada ingrediente durante las últimas tres décadas: de Carlos Maestro y José Luis Lizurume a Mario Das Neves; de Martín Buzzi (y otra vez Das Neves) a Mariano Arcioni. Todos tienen una cuota de responsabilidad en este sentido.

Una nueva agenda

Es indubitable que en Chubut llegó la hora de sentarse a rediscutir un proceso de industrialización y agregado de valor a partir de ventajas competitivas para la promoción y creación de empleo. Para ello, hay que elevar la capacidad técnica y la gravitación del Estado, pero también la idoneidad de los funcionarios que toman decisiones. Para hacer los cambios que hay que hacer no sólo se necesitan dirigentes políticos colectores de votos, también es indispensable conformar equipos de trabajo, usinas de ideas y centros de pensamiento que ayuden a repensar el bosque, no un árbol.

No se puede prescindir de lo electoral pero alguien tiene que estar dispuesto a levantar la cabeza y marcar un camino que necesariamente va a exceder los cuatro o los ocho años de una gestión de gobierno.

En el camino

En el escenario que vive Chubut, por historia e ideología, el peronismo deberá ser necesariamente un agente del cambio. Los malos resultados electorales que viene teniendo no invalidan su relevancia histórica y se explican en los graves errores de algunos de sus dirigentes.

La semana que pasó, Juan Pablo Luque y Ricardo Sastre, dos de los principales aspirantes del peronismo a ocupar el sillón principal de Fontana 50, se volvieron a mover con paso de candidatos. Es más, uno de ellos lo expresó sin vueltas: “Quiero ser gobernador y llevar el ‘modelo Madryn’ a Chubut”, dijo el vicegobernador.

El intendente de Comodoro Rivadavia lideró una reunión con otros intendentes preocupados como él por la crisis hídrica y respaldó al presidente Alberto Fernández en su cruzada parlamentaria por conseguir la aprobación del acuerdo con el Fondo.

Sastre y Luque siguen cumpliendo con el pacto de caballeros de caminar hacia 2023 sin ponerse palos en las ruedas, y mucho menos en las del gobernador Mariano Arcioni. Ambos necesitan una Chubut viable para que sus proyectos electorales tengan alguna chance.

Para eso, además, el peronismo chubutense deberá iniciar un camino de reordenamiento y debate interno que permitan entender por qué el diputado nacional Santiago Igon votó en contra del acuerdo con el Fondo –en línea con su jefe político, Máximo Kirchner, y quedando del mismo lado que el libertario y bufón mediático Javier Milei-, mientras las otras dos diputadas del PJ, Estela Hernández y Eugenia Alianiello (más los legisladores del PRO, Ana Clara Romero y Matías Taccetta), acompañaron al Gobierno nacional.

A la luz de los acontecimientos, es improbable que los senadores Nacho Torres y Edith Terenzi (JxC) no apoyen el acuerdo con el FMI. ¿Pero qué hará Carlos Linares, un cristinista de la primera hora?

Estos berenjenales políticos e ideológicos también son parte de los problemas de Chubut y un gran aporte a la confusión general.


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