Por Carlos Hughes / @carloshughestre
María Humphreys murió revolcándose entre las sábanas con el ruido de sus huesos crujiendo en los tímpanos, pero casi todos la recordamos por una lomada que hay entre Puerto Madryn y Trelew, que lleva su nombre y que casi nadie puede ubicar con demasiada certeza. La vida es a veces injusta.
Fue el primer nacimiento galés en la Patagonia Argentina, poco después del desembarco del Mimosa en 1865 y ese solo dato le dio posteridad, aunque su vida toda, en rigor, merece otro recuerdo. Hizo más que traer su vida a la Patagonia inhóspita.
Elizabeth Harriet Adams fue también la primera de todas: por el avanzado estado de su embarazo tocó tierra antes que nadie en el histórico desembarco en julio de 1865, probablemente el día 29. Le siguió su esposo, Morris Humphreys.
María nació a las 3 de la mañana del 10 de agosto de 1865 en Puerto Madryn, 13 días después que los colonos dejaran el barco. Su llegada fue también el arribo de la esperanza: los galeses peleaban contra un clima hostil, en medio de la brusquedad patagónica, desprovistos de casi todo lo necesario para la subsistencia, salvo sus ganas de hacerlo; temerosos de una geografía que habían imaginado más amable, de sus capacidades para enfrentar el desafío, de los originarios que sospechaban acechando detrás de cada colina.
Esa madrugada sus llantos les mostraron que la vida, prepotente, todo lo puede.
María Humpbrey fue una galensa tozuda, imparable. Bella en toda su belleza y combativa hasta al final, sin tregua, sin respiro, demoledora.
Tenía los ojos lejanos de quien ve más allá del horizonte y arropaba desde su ternura un volcán de intenciones, de ganas, de necesidades. Solidaria, sobre todo.
Ese espíritu inquieto la movilizó siempre y la convirtió en un faro de ayuda. Para los que vinieron del viejo Gales y también para los pobladores, que la llamaban “señora blanca” cuando iban a su almacén, a veces buscando mercancías, a veces cuidados.
De su vida hay datos sueltos, pero resultan suficientes. No sólo parió a once hijos, producto de su matrimonio con Robert Adna Davies, que había llegado a Chubut para trabajar en el ferrocarril, sino que dedicó su vida a trabajar por los desvalidos, los enfermos, los necesitados. Y no paró nunca, ni siquiera cuando comenzó el año 1913 con el fallecimiento de su madre y lo terminó con la muerte de su esposo y, quizás, ya con los dolores de la enfermedad que la postraría.
En esa vida dedicada a la sanidad se convirtió en la partera de la Colonia y los testimonios de la época cifran en unos 3 mil los nacimientos que asistió. En esa época sin asepsia, sin alcohol la mayoría de las veces, sin algodón, sin casi nada salvo la pericia para la tarea.
En la Colonia insipiente no siempre había médicos disponibles y de hecho hubo largos períodos en donde se las arreglaban en la soledad o con las artes de las machis originarias. En ese albur María no fue solamente una partera formidable, también fue enfermera y hasta ofició de médica.
Cruz Roja
A principios del siglo pasado la colonia soportó una epidemia de difteria. María Humphreys, que había aprendido las artes de las mujeres tehuelches, frenó primero y acabó después con la peste utilizando un musgo que crecía en las piedras y que le traían de la cordillera. El dato no se agotó allí: se supo en Buenos Aires y la Cruz Roja, de la que fue socia, le otorgó un premio que aún se conserva en el cementerio galés de Trelew, la capilla Moriah.
Hospital
Una vida dedicada a la sanidad le hicieron comprender que, además de los aprendizajes y la voluntad era necesario contar con infraestructura. Ya en abril de 1911 apareció su nombre en la prensa de la Colonia sindicando sus intenciones de fundar un Hospital para el que, además, había comenzado una campaña de recolección de fondos.
Y Drafod, el periódico de la Colonia, reflejó el 17 de abril de 1914 la marcha de la campaña pro hospital dando cuenta de la reunión que para tal fin se realizó en la capilla Tabernacl de Trelew: María Humphreys llevaba tres años recorriendo las chacras y los pueblos de toda la zona en la búsqueda de fondos.
Poco tiempo después ella comenzó a sentir las marcas de su enfermedad. Casi postrada, sus esfuerzos seguían y las reuniones se hacían en su propia casa pues tenía poca movilidad. Atrás habían quedado los viajes a los confines de la colonia para asistir a algún enfermo, a veces incluso cruzando el río en las noches de invierno.
En 1925, finalmente, se colocó la piedra fundamental del futuro hospital. Fue el 4 de marzo ante una gran concurrencia y John Howel Jones, que comandó el acto, le dedicó sus mejores palabras a María por sus esfuerzos para lograrlo.
La obra nunca terminó y ella murió tres años después. Peleó durante una década contra un reumatismo feroz. Algunos testimonios la ubican postrada en su cama y otros en silla de ruedas. Como fuera, no dejó de intentarlo hasta sus últimos días.
María Humphreys falleció el sábado 31 de marzo de 1928 a los 62 años de edad y su cortejo fúnebre se recordó por mucho tiempo por la impresionante multitud que movilizó. Sus restos descansan en la Capilla Moriah de Trelew.
Por Carlos Hughes / @carloshughestre
María Humphreys murió revolcándose entre las sábanas con el ruido de sus huesos crujiendo en los tímpanos, pero casi todos la recordamos por una lomada que hay entre Puerto Madryn y Trelew, que lleva su nombre y que casi nadie puede ubicar con demasiada certeza. La vida es a veces injusta.
Fue el primer nacimiento galés en la Patagonia Argentina, poco después del desembarco del Mimosa en 1865 y ese solo dato le dio posteridad, aunque su vida toda, en rigor, merece otro recuerdo. Hizo más que traer su vida a la Patagonia inhóspita.
Elizabeth Harriet Adams fue también la primera de todas: por el avanzado estado de su embarazo tocó tierra antes que nadie en el histórico desembarco en julio de 1865, probablemente el día 29. Le siguió su esposo, Morris Humphreys.
María nació a las 3 de la mañana del 10 de agosto de 1865 en Puerto Madryn, 13 días después que los colonos dejaran el barco. Su llegada fue también el arribo de la esperanza: los galeses peleaban contra un clima hostil, en medio de la brusquedad patagónica, desprovistos de casi todo lo necesario para la subsistencia, salvo sus ganas de hacerlo; temerosos de una geografía que habían imaginado más amable, de sus capacidades para enfrentar el desafío, de los originarios que sospechaban acechando detrás de cada colina.
Esa madrugada sus llantos les mostraron que la vida, prepotente, todo lo puede.
María Humpbrey fue una galensa tozuda, imparable. Bella en toda su belleza y combativa hasta al final, sin tregua, sin respiro, demoledora.
Tenía los ojos lejanos de quien ve más allá del horizonte y arropaba desde su ternura un volcán de intenciones, de ganas, de necesidades. Solidaria, sobre todo.
Ese espíritu inquieto la movilizó siempre y la convirtió en un faro de ayuda. Para los que vinieron del viejo Gales y también para los pobladores, que la llamaban “señora blanca” cuando iban a su almacén, a veces buscando mercancías, a veces cuidados.
De su vida hay datos sueltos, pero resultan suficientes. No sólo parió a once hijos, producto de su matrimonio con Robert Adna Davies, que había llegado a Chubut para trabajar en el ferrocarril, sino que dedicó su vida a trabajar por los desvalidos, los enfermos, los necesitados. Y no paró nunca, ni siquiera cuando comenzó el año 1913 con el fallecimiento de su madre y lo terminó con la muerte de su esposo y, quizás, ya con los dolores de la enfermedad que la postraría.
En esa vida dedicada a la sanidad se convirtió en la partera de la Colonia y los testimonios de la época cifran en unos 3 mil los nacimientos que asistió. En esa época sin asepsia, sin alcohol la mayoría de las veces, sin algodón, sin casi nada salvo la pericia para la tarea.
En la Colonia insipiente no siempre había médicos disponibles y de hecho hubo largos períodos en donde se las arreglaban en la soledad o con las artes de las machis originarias. En ese albur María no fue solamente una partera formidable, también fue enfermera y hasta ofició de médica.
Cruz Roja
A principios del siglo pasado la colonia soportó una epidemia de difteria. María Humphreys, que había aprendido las artes de las mujeres tehuelches, frenó primero y acabó después con la peste utilizando un musgo que crecía en las piedras y que le traían de la cordillera. El dato no se agotó allí: se supo en Buenos Aires y la Cruz Roja, de la que fue socia, le otorgó un premio que aún se conserva en el cementerio galés de Trelew, la capilla Moriah.
Hospital
Una vida dedicada a la sanidad le hicieron comprender que, además de los aprendizajes y la voluntad era necesario contar con infraestructura. Ya en abril de 1911 apareció su nombre en la prensa de la Colonia sindicando sus intenciones de fundar un Hospital para el que, además, había comenzado una campaña de recolección de fondos.
Y Drafod, el periódico de la Colonia, reflejó el 17 de abril de 1914 la marcha de la campaña pro hospital dando cuenta de la reunión que para tal fin se realizó en la capilla Tabernacl de Trelew: María Humphreys llevaba tres años recorriendo las chacras y los pueblos de toda la zona en la búsqueda de fondos.
Poco tiempo después ella comenzó a sentir las marcas de su enfermedad. Casi postrada, sus esfuerzos seguían y las reuniones se hacían en su propia casa pues tenía poca movilidad. Atrás habían quedado los viajes a los confines de la colonia para asistir a algún enfermo, a veces incluso cruzando el río en las noches de invierno.
En 1925, finalmente, se colocó la piedra fundamental del futuro hospital. Fue el 4 de marzo ante una gran concurrencia y John Howel Jones, que comandó el acto, le dedicó sus mejores palabras a María por sus esfuerzos para lograrlo.
La obra nunca terminó y ella murió tres años después. Peleó durante una década contra un reumatismo feroz. Algunos testimonios la ubican postrada en su cama y otros en silla de ruedas. Como fuera, no dejó de intentarlo hasta sus últimos días.
María Humphreys falleció el sábado 31 de marzo de 1928 a los 62 años de edad y su cortejo fúnebre se recordó por mucho tiempo por la impresionante multitud que movilizó. Sus restos descansan en la Capilla Moriah de Trelew.