Un equipo internacional de científicos analizó la presencia de residuos radiactivos en los sedimentos de superficie de los glaciares del Ártico, en Islandia, de los Alpes, del Cáucaso, de la Antártida y del oeste de Canadá.
Hallaron residuos radiactivos en los 17 sitios analizados, muchas veces con concentraciones 10 veces superiores a los niveles hallados en otros lados.
"Son los niveles más elevados medidos en el medio ambiente fuera de las zonas de exclusión nucleares", explicó Caroline Clason, de la universidad de Plymouth.
Cuando los elementos radiactivos se desprenden a la atmósfera, caen en tierra por las lluvias ácidas, y pueden ser absorbidos por las plantas y los suelos.
Pero cuando caen bajo la forma de nieve y se instalan sobre el hielo, forman sedimentos más pesados, que se acumulan en los glaciares.
El accidente de Chernobyl en 1986 había provocado nubes radiactivas con cesio, que provocó luego lluvias ácidas y contaminaciones en Europa del Norte.
"Cuando (los elementos radiactivos) caen bajo la forma de lluvia, como luego de Chernobyl, se evacúan, es un fenómeno puntual. Pero bajo la forma de nieve, esto queda en el hielo durante décadas, y con el derretimiento de los glaciares por el calentamiento, terminan en los ríos", continúa la investigadora.
Su equipo detectó algunos residuos de Fukushima, pero gran parte de los elementos desprendidos en este accidente en 2011 no se amontonaron aún en los sedimentos de los glaciares, señala.
En varios sitios los investigadores hallaron rastros de ensayos militares de armas nucleares.
"Son ensayos que comenzaron en los años 1950 y 1960, cuando se desarrollaba la bomba", indicó Caroline Clason.
"Al estudiar una muestra de sedimentos, vemos claramente un pico en el momento de Chernobyl, pero también un pico relativamente preciso alrededor de 1963, periodo intenso de ensayos nucleares".
Con el calentamiento y el derretimiento, la investigadora se alarma en particular por el ingreso a la cadena alimentaria de uno de los residuos potencialmente más peligrosos, el americio, que se obtiene con la degradación del plutonio y que tiene una media vida de 400 años (contra 14 años para el plutonio).
"El americio es más soluble en el medio ambiente y emite más radiaciones alfa", señala. Y aunque existan pocos datos sobre la contaminación de la cadena alimenticia, el americio es sin ninguna duda "particularmente peligroso", estima.
Esta actividad nuclear podría también convertirse en una de las marcas del antropoceno, la nueva era geológica generada con la llegada del ser humano a la Tierra. "Esto prueba que nuestra herencia nuclear no desaparece, sigue allí", resume Clason.
Un equipo internacional de científicos analizó la presencia de residuos radiactivos en los sedimentos de superficie de los glaciares del Ártico, en Islandia, de los Alpes, del Cáucaso, de la Antártida y del oeste de Canadá.
Hallaron residuos radiactivos en los 17 sitios analizados, muchas veces con concentraciones 10 veces superiores a los niveles hallados en otros lados.
"Son los niveles más elevados medidos en el medio ambiente fuera de las zonas de exclusión nucleares", explicó Caroline Clason, de la universidad de Plymouth.
Cuando los elementos radiactivos se desprenden a la atmósfera, caen en tierra por las lluvias ácidas, y pueden ser absorbidos por las plantas y los suelos.
Pero cuando caen bajo la forma de nieve y se instalan sobre el hielo, forman sedimentos más pesados, que se acumulan en los glaciares.
El accidente de Chernobyl en 1986 había provocado nubes radiactivas con cesio, que provocó luego lluvias ácidas y contaminaciones en Europa del Norte.
"Cuando (los elementos radiactivos) caen bajo la forma de lluvia, como luego de Chernobyl, se evacúan, es un fenómeno puntual. Pero bajo la forma de nieve, esto queda en el hielo durante décadas, y con el derretimiento de los glaciares por el calentamiento, terminan en los ríos", continúa la investigadora.
Su equipo detectó algunos residuos de Fukushima, pero gran parte de los elementos desprendidos en este accidente en 2011 no se amontonaron aún en los sedimentos de los glaciares, señala.
En varios sitios los investigadores hallaron rastros de ensayos militares de armas nucleares.
"Son ensayos que comenzaron en los años 1950 y 1960, cuando se desarrollaba la bomba", indicó Caroline Clason.
"Al estudiar una muestra de sedimentos, vemos claramente un pico en el momento de Chernobyl, pero también un pico relativamente preciso alrededor de 1963, periodo intenso de ensayos nucleares".
Con el calentamiento y el derretimiento, la investigadora se alarma en particular por el ingreso a la cadena alimentaria de uno de los residuos potencialmente más peligrosos, el americio, que se obtiene con la degradación del plutonio y que tiene una media vida de 400 años (contra 14 años para el plutonio).
"El americio es más soluble en el medio ambiente y emite más radiaciones alfa", señala. Y aunque existan pocos datos sobre la contaminación de la cadena alimenticia, el americio es sin ninguna duda "particularmente peligroso", estima.
Esta actividad nuclear podría también convertirse en una de las marcas del antropoceno, la nueva era geológica generada con la llegada del ser humano a la Tierra. "Esto prueba que nuestra herencia nuclear no desaparece, sigue allí", resume Clason.