Estados Unidos no mantiene un contingente militar importante en Siria; sin embargo, en los últimos tiempos lo había ampliado para garantizar la victoria en Al Raqqa, una ciudad fundamental para hacer caer a la milicia islamista en el norte de ese país en guerra hace más de seis años y medio.
La coalición encabezada por Washington hizo el anuncio en un comunicado y destacó que se trata de "una señal de verdaderos progresos en la región", según la agencia de noticias EFE.
Pero la decisión del Pentágono no parece deberse sólo a la caída de un importante bastión del EI. Hace poco, el canciller turco, Mevlüt Cavusoglu, contó a la prensa que el presidente estadounidense, Donald Trump, se había comprometido recientemente con su gobierno a dejar de armar a las milicias kurdas-sirias, más conocidas como las YPG.
Desde hace años y luego que la estrategia del Pentágono de entrenar y armar a milicianos sirios rebeldes fallara y provocara un escándalo político en Washington, la Casa Blanca decidió cambiar de aliados y apoyar a las YPG en su avance eficaz contra el EI en el norte de Siria.
Mientras una coalición de milicias kurdas y árabes sirias avanzaban para recuperar ciudades, pueblos y zonas rurales, aviones estadounidenses acompañan su campaña con bombardeos, principalmente atacando los lugares antes de que lleguen los combatientes para debilitar a los islamistas.
Esta estrategia fue eficaz, pero a un alto costo humano.
El Pentágono informó hoy que sus aviones mataron este año al menos 801 civiles en sus ataques contra el EI en Irak y Siria. En total, Estados Unidos reconoce haber matado a más de 5.000 civiles desde agosto de 2014 cuando comenzó su ofensiva contra esta milicia islamista en Medio Oriente.
Actualmente, el Pentágono está investigando más de 400 denuncias que sostienen que sus aviones mataron a civiles inocentes. Según organizaciones humanitarias internacionales, Washington no sólo subestima el número de fallecidos en Irak y Siria, sino que en general sus investigaciones no terminan en ninguna condena o cambio político real.
Estados Unidos no mantiene un contingente militar importante en Siria; sin embargo, en los últimos tiempos lo había ampliado para garantizar la victoria en Al Raqqa, una ciudad fundamental para hacer caer a la milicia islamista en el norte de ese país en guerra hace más de seis años y medio.
La coalición encabezada por Washington hizo el anuncio en un comunicado y destacó que se trata de "una señal de verdaderos progresos en la región", según la agencia de noticias EFE.
Pero la decisión del Pentágono no parece deberse sólo a la caída de un importante bastión del EI. Hace poco, el canciller turco, Mevlüt Cavusoglu, contó a la prensa que el presidente estadounidense, Donald Trump, se había comprometido recientemente con su gobierno a dejar de armar a las milicias kurdas-sirias, más conocidas como las YPG.
Desde hace años y luego que la estrategia del Pentágono de entrenar y armar a milicianos sirios rebeldes fallara y provocara un escándalo político en Washington, la Casa Blanca decidió cambiar de aliados y apoyar a las YPG en su avance eficaz contra el EI en el norte de Siria.
Mientras una coalición de milicias kurdas y árabes sirias avanzaban para recuperar ciudades, pueblos y zonas rurales, aviones estadounidenses acompañan su campaña con bombardeos, principalmente atacando los lugares antes de que lleguen los combatientes para debilitar a los islamistas.
Esta estrategia fue eficaz, pero a un alto costo humano.
El Pentágono informó hoy que sus aviones mataron este año al menos 801 civiles en sus ataques contra el EI en Irak y Siria. En total, Estados Unidos reconoce haber matado a más de 5.000 civiles desde agosto de 2014 cuando comenzó su ofensiva contra esta milicia islamista en Medio Oriente.
Actualmente, el Pentágono está investigando más de 400 denuncias que sostienen que sus aviones mataron a civiles inocentes. Según organizaciones humanitarias internacionales, Washington no sólo subestima el número de fallecidos en Irak y Siria, sino que en general sus investigaciones no terminan en ninguna condena o cambio político real.