¿Quién hace el pan que desayunan los alumnos en las escuelas de Trelew?

Proveen a 29 escuelas y jardines de Trelew para que cientos de alumnos reciban su copa de leche. Producen entre 240 y 300 kilos diarios que los reparten a cada establecimiento. Trabajan con jóvenes y adultos con discapacidades mentales. Abrirán cuatro cupos para incorporar a más personas

24 ABR 2024 - 17:03 | Actualizado 24 ABR 2024 - 17:40

El pan con dulce que desayunan los alumnos de las escuelas de Trelew, lo hacen jóvenes y adultos del CAPDIM, una institución que trabaja con 45 personas con discapacidad mental. La panadería cuenta con un local de venta al público, en Juan Muzio al 300,que incluye especialidades.

Algunos de ellos, con mucha constancia, adquirieron destrezas que los ubican al nivel de cualquier panadero que a la madrugada hornea el pan y las facturas que llevan los trelewenses.

Muchos incluso trabajaron un tiempo en panaderías comerciales, pero no se adaptaron y regresaron al taller donde se sienten más acompañados.

Además de hornear pan y facturas, también confeccionan bolsas que se utilizan en el hospital y artículos de blanquería.

Las jornadas se dividen en dos turnos de 7 a 12 y de 13 a 18. Los talleres son monitoreados por personal que costea la Provincia.

“Les cambia la vida tener un lugar donde van a trabajar. Necesitan algún acompañamiento, pero saben cómo se hace todo. Son muy efectivos, rutinarios, es muy lindo verlo”, cuentan la presidenta Diana San Cristóbal y el secretario Alberto García de la comisión de padres.

Los jóvenes y adultos, que están incluidos en un programa de Nación, tienen su cuenta bancaria y perciben ingresos por ventanilla o por cajero. Algunos de ellos manejan su propio dinero mientras que en otros casos delicados son los familiares quienes deben administrarlo.


Ahora aquellas personas que cumplen los requisitos tienen la posibilidad de jubilarse. “El año pasado seis de ellos se jubilaron y quisieron seguir viniendo igual para socializar”, dijeron los integrantes de la comisión.

Los talleres fueron creados para cubrir una necesidad que hoy sigue sin encontrar una respuesta en el país y en el mundo. “El problema es que muchas discapacidades al ser cognitivas no tienen esas salidas laborales y siguen viniendo”, cuentan los padres.

LA PARTE MÁS DIFÍCIL

CAPDIM recibe a jóvenes y adultos de 18 a 60 años. Los aspirantes para ingresar deben presentar el CV, el certificado de discapacidad mental e ir acompañados por un familiar.

La comisión de padres está integrada por la presidenta, Diana San Cristóbal, la tesorera Nelda Roberts, el secretario Alberto García, y los vocales Teresa García, Delmira Neira y Rogelio Martínez.


“Se los prueba donde se sienten más cómodos y les es más fácil aprender la actividad. El objetivo es enseñarles una salida laboral”, cuentan los padres.
La institución recibe personas con todo tipo de patologías excepto esquizofrenia, dado que no cuentan con personal especializado para tratarlo.

“El resto de las discapacidades mentales se pueden controlar. Hay un período de prueba y generalmente se quedan”, señalan.


Resulta asombroso ver cómo los jóvenes y adultos que se entusiasman con el trabajo que hacen, el tiempo que comparten y siempre quieren volver. Pero este trabajo también tiene sus bemoles.

La parte más difícil es cuando las personas pierden a sus seres queridos y quedan solas. En ese momento, muchas veces, no tienen a nadie que las contenga afuera de la institución.

“Se genera un serio problema cuando no se quieren hacer cargo los padres y empiezan los problemas”, asumen con preocupación.

La Comisaría de la Mujer está habilitada para interceder no solo cuando las víctimas son mujeres sino también cuando los derechos de estas personas con discapacidad son vulnerados.


DESPUÉS DE LA PANDEMA

Hace tres años que CAPDIM viene recuperándose de los embates de la pandemia, cuando cerraron las escuelas a las que proveen de panificados.
En aquel momento, la fábrica de bolsas para el Hospital de Trelew, que no daba abasto con los casos de COVID.

Ahora, a pesar de la crisis económica, a fuerza de trabajo y con mucho empuje, siguen subsistiendo con la panadería, las bolsas y la blanquería.

“Se trata de ser competitivos, nos hemos impuesto como padres no perder la calidad, es algo que tenemos que hacer y se buscan los medios necesarios para obtener buenos precios sin perder calidad”, concluyen.

24 ABR 2024 - 17:03

El pan con dulce que desayunan los alumnos de las escuelas de Trelew, lo hacen jóvenes y adultos del CAPDIM, una institución que trabaja con 45 personas con discapacidad mental. La panadería cuenta con un local de venta al público, en Juan Muzio al 300,que incluye especialidades.

Algunos de ellos, con mucha constancia, adquirieron destrezas que los ubican al nivel de cualquier panadero que a la madrugada hornea el pan y las facturas que llevan los trelewenses.

Muchos incluso trabajaron un tiempo en panaderías comerciales, pero no se adaptaron y regresaron al taller donde se sienten más acompañados.

Además de hornear pan y facturas, también confeccionan bolsas que se utilizan en el hospital y artículos de blanquería.

Las jornadas se dividen en dos turnos de 7 a 12 y de 13 a 18. Los talleres son monitoreados por personal que costea la Provincia.

“Les cambia la vida tener un lugar donde van a trabajar. Necesitan algún acompañamiento, pero saben cómo se hace todo. Son muy efectivos, rutinarios, es muy lindo verlo”, cuentan la presidenta Diana San Cristóbal y el secretario Alberto García de la comisión de padres.

Los jóvenes y adultos, que están incluidos en un programa de Nación, tienen su cuenta bancaria y perciben ingresos por ventanilla o por cajero. Algunos de ellos manejan su propio dinero mientras que en otros casos delicados son los familiares quienes deben administrarlo.


Ahora aquellas personas que cumplen los requisitos tienen la posibilidad de jubilarse. “El año pasado seis de ellos se jubilaron y quisieron seguir viniendo igual para socializar”, dijeron los integrantes de la comisión.

Los talleres fueron creados para cubrir una necesidad que hoy sigue sin encontrar una respuesta en el país y en el mundo. “El problema es que muchas discapacidades al ser cognitivas no tienen esas salidas laborales y siguen viniendo”, cuentan los padres.

LA PARTE MÁS DIFÍCIL

CAPDIM recibe a jóvenes y adultos de 18 a 60 años. Los aspirantes para ingresar deben presentar el CV, el certificado de discapacidad mental e ir acompañados por un familiar.

La comisión de padres está integrada por la presidenta, Diana San Cristóbal, la tesorera Nelda Roberts, el secretario Alberto García, y los vocales Teresa García, Delmira Neira y Rogelio Martínez.


“Se los prueba donde se sienten más cómodos y les es más fácil aprender la actividad. El objetivo es enseñarles una salida laboral”, cuentan los padres.
La institución recibe personas con todo tipo de patologías excepto esquizofrenia, dado que no cuentan con personal especializado para tratarlo.

“El resto de las discapacidades mentales se pueden controlar. Hay un período de prueba y generalmente se quedan”, señalan.


Resulta asombroso ver cómo los jóvenes y adultos que se entusiasman con el trabajo que hacen, el tiempo que comparten y siempre quieren volver. Pero este trabajo también tiene sus bemoles.

La parte más difícil es cuando las personas pierden a sus seres queridos y quedan solas. En ese momento, muchas veces, no tienen a nadie que las contenga afuera de la institución.

“Se genera un serio problema cuando no se quieren hacer cargo los padres y empiezan los problemas”, asumen con preocupación.

La Comisaría de la Mujer está habilitada para interceder no solo cuando las víctimas son mujeres sino también cuando los derechos de estas personas con discapacidad son vulnerados.


DESPUÉS DE LA PANDEMA

Hace tres años que CAPDIM viene recuperándose de los embates de la pandemia, cuando cerraron las escuelas a las que proveen de panificados.
En aquel momento, la fábrica de bolsas para el Hospital de Trelew, que no daba abasto con los casos de COVID.

Ahora, a pesar de la crisis económica, a fuerza de trabajo y con mucho empuje, siguen subsistiendo con la panadería, las bolsas y la blanquería.

“Se trata de ser competitivos, nos hemos impuesto como padres no perder la calidad, es algo que tenemos que hacer y se buscan los medios necesarios para obtener buenos precios sin perder calidad”, concluyen.


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