Desde Chubut, en busca del vino más austral del mundo

La bodega Ayestarán Allard es una de las más premiadas de Chubut. Una familia comodorense cultiva vides, produce en El Hoyo y aguarda por elaborar el vino “más austral del mundo” en un campo en cercanías de Caleta Olivia. Sabores patagónicos desde una industria aún por descubrir.

Una producción local que busca afianzarse (Foto: gentileza Javier Ferreyra)
21 ABR 2024 - 11:09 | Actualizado 21 ABR 2024 - 11:23

Por Ismael Tebes/Redacción Jornada

En la inmensidad del paisaje, fluye el verde entre una gama de colores y en la alta montaña se cultiva el más genuino de los sabores. En la bodega Ayestarán Allard se habla de vino y de trabajo, de decisiones familiares y de un mercado que pide pista a partir de un producto made in Patagonia.

En busca de la tranquilidad; de una inversión más orientada al descanso y las vacaciones, nació un emprendimiento que existía primariamente, pero con el desafío de “recuperarlo” para producir.

Un horizonte repleto de producción y de iniciativa (foto: gentileza Javier Ferreyra)

“Buscando un terreno en la Cordillera surgió la compra de unas hectáreas implantadas con viñedos pero que estaban algo abandonados. Me introduje sin quererlo y me apasioné por el tema. El vino es un producto muy interesante”, explica Oscar Ayestarán, abogado comodorense que eligió un faldeo del Currumahuida, entre El Hoyo y Puelo, para apostar a un mercado por entonces, inesperado. “A la compra inicial, le adicioné dos hectáreas más y armé una bodega durante la pandemia. Empezamos a producir vino desde este lugar”.


La vidriera fue San Juan y un evento organizado por el Colegio de Enólogos y Sommeliers. Esa medalla de oro y una más, lograda en un concurso internacional en Capital Federal. Reconocimientos en Londres, California, París y Bruselas, convirtieron a la bodega en la más premiada del Chubut.

Viñedos que dan origen a un producto cada vez más particular (foto: gentileza Javier Ferreyra)

“Todo esto fue despertando el interés de mucha gente que no sabía que en Chubut se hacían vinos y de gran calidad desde hace veinte años” explicó Ayestarán quien reconoció que el cambio climático ha generado alternativas de desarrollo que rompieron el molde y llevaron a producir en tierras no aptas.

“Esto tiene que ver con eso. Mi abuelo fundó un campo en Santa Cruz, a 30 kilómetros de Caleta Olivia, donde también hemos implementado vides y este año hicimos la primera cosecha para elaborar vino. Cada vez la línea se está yendo más al sur”. Y reconoce que ahí, en Bahía Lángara podría producirse el vino “más austral del mundo”.

Una copa de vino, símbolo de aromas y esencias particulares (foto: gentileza Javier Ferreyra)

En Chubut destacó el potencial de Paso del Sapo, Gualjaina y Trevelin, el propio Sarmiento, Gaiman, Bahía Bustamante y Comodoro, con emprendimientos exitosos de corte familiar.
“En las zonas frías y ventosas, las plantas y su fruto se defienden bastante de la propia rigurosidad climática. Gran parte de la calidad de los productos te lo da esa circunstancia” y destacó que el propio clima impide que las vides se vean impactadas por plagas o insectos.
“Influye en los aromas, los sabores y la calidad del producto. Inclusive estamos observando en cuanto a los vinos blancos que por su frescura debía consumirse en el año, podemos tenerlos de guarda y tienen una calidad distinta respecto a los que se producen más al norte. Esto abre las puertas a la producción de muy buenos espumantes en Chubut”.

De hecho, la línea “Expreso Patagónico” en homenaje a La Trochita, es toda una carta de presentación, un Brut natural que combina poco alcohol; sabores frutados y está considerado entre los mejores del mundo.
“Oriundo” en sus versiones, es el producto estrella. Uvas Merlot y una combinación especiada de mucho cuerpo que combina el sabor del bosque mismo en el Gran Reserva que puede guardarse hasta diez años mientras que el Reserva, estibado durante doce meses, destaca frutos negros como cassis, sauco y zarzamora con notas sutiles de especias.

La bodega ya es una referencia que se vende en una cadena supermercadista como en restaurantes, vinotecas y mediante pequeños distribuidores. “Tenemos una producción limitada. Andaremos en diez mil botellas por temporada” dijo Ayestarán.
“Cuanto más al sur estamos, más tardía es la vendimia ya que debemos aprovechar lo más posible, las condiciones climáticas favorables. En este momento comienza el proceso de fermentación y elaboración y el “bastoneo” con el que se remueven los tanques con el producto. Es una época de mucha actividad en la bodega” y agregó que el principal foco está puesto mayoritariamente en el cuidado de las plantas y del suelo.

La bodega comprende seis hectáreas en un paraje soñado, lleno de mística y sensaciones, privilegiado con las características propicias de un bosque, a diferencias de otras zonas desérticas en donde se produce vino. “Uno de los limitantes es el costo y el valor de la hectárea que es muy alto como en toda la zona de la Cordillera. En otros lugares de la provincia, la expansión podría ser mayor, acá el crecimiento requiere de costos diferentes”, cuenta Ayestarán quien vive y trabaja en Comodoro.

Destacó el rol del enólogo Darío González Maldonado y el potencial de lo que considera una actividad nueva para Chubut. “Es una industria de industrias que es útil para zonas que hoy no se miran positivamente y que se pueden transformar a partir de esto”. El turismo representa un plus a la hora de atraer. La bodega recibe a visitantes que se interiorizan sobre los distintos pasos del proceso, hacen degustaciones y además adquieren productos a precio diferencial.

Una producción local que busca afianzarse (Foto: gentileza Javier Ferreyra)
21 ABR 2024 - 11:09

Por Ismael Tebes/Redacción Jornada

En la inmensidad del paisaje, fluye el verde entre una gama de colores y en la alta montaña se cultiva el más genuino de los sabores. En la bodega Ayestarán Allard se habla de vino y de trabajo, de decisiones familiares y de un mercado que pide pista a partir de un producto made in Patagonia.

En busca de la tranquilidad; de una inversión más orientada al descanso y las vacaciones, nació un emprendimiento que existía primariamente, pero con el desafío de “recuperarlo” para producir.

Un horizonte repleto de producción y de iniciativa (foto: gentileza Javier Ferreyra)

“Buscando un terreno en la Cordillera surgió la compra de unas hectáreas implantadas con viñedos pero que estaban algo abandonados. Me introduje sin quererlo y me apasioné por el tema. El vino es un producto muy interesante”, explica Oscar Ayestarán, abogado comodorense que eligió un faldeo del Currumahuida, entre El Hoyo y Puelo, para apostar a un mercado por entonces, inesperado. “A la compra inicial, le adicioné dos hectáreas más y armé una bodega durante la pandemia. Empezamos a producir vino desde este lugar”.


La vidriera fue San Juan y un evento organizado por el Colegio de Enólogos y Sommeliers. Esa medalla de oro y una más, lograda en un concurso internacional en Capital Federal. Reconocimientos en Londres, California, París y Bruselas, convirtieron a la bodega en la más premiada del Chubut.

Viñedos que dan origen a un producto cada vez más particular (foto: gentileza Javier Ferreyra)

“Todo esto fue despertando el interés de mucha gente que no sabía que en Chubut se hacían vinos y de gran calidad desde hace veinte años” explicó Ayestarán quien reconoció que el cambio climático ha generado alternativas de desarrollo que rompieron el molde y llevaron a producir en tierras no aptas.

“Esto tiene que ver con eso. Mi abuelo fundó un campo en Santa Cruz, a 30 kilómetros de Caleta Olivia, donde también hemos implementado vides y este año hicimos la primera cosecha para elaborar vino. Cada vez la línea se está yendo más al sur”. Y reconoce que ahí, en Bahía Lángara podría producirse el vino “más austral del mundo”.

Una copa de vino, símbolo de aromas y esencias particulares (foto: gentileza Javier Ferreyra)

En Chubut destacó el potencial de Paso del Sapo, Gualjaina y Trevelin, el propio Sarmiento, Gaiman, Bahía Bustamante y Comodoro, con emprendimientos exitosos de corte familiar.
“En las zonas frías y ventosas, las plantas y su fruto se defienden bastante de la propia rigurosidad climática. Gran parte de la calidad de los productos te lo da esa circunstancia” y destacó que el propio clima impide que las vides se vean impactadas por plagas o insectos.
“Influye en los aromas, los sabores y la calidad del producto. Inclusive estamos observando en cuanto a los vinos blancos que por su frescura debía consumirse en el año, podemos tenerlos de guarda y tienen una calidad distinta respecto a los que se producen más al norte. Esto abre las puertas a la producción de muy buenos espumantes en Chubut”.

De hecho, la línea “Expreso Patagónico” en homenaje a La Trochita, es toda una carta de presentación, un Brut natural que combina poco alcohol; sabores frutados y está considerado entre los mejores del mundo.
“Oriundo” en sus versiones, es el producto estrella. Uvas Merlot y una combinación especiada de mucho cuerpo que combina el sabor del bosque mismo en el Gran Reserva que puede guardarse hasta diez años mientras que el Reserva, estibado durante doce meses, destaca frutos negros como cassis, sauco y zarzamora con notas sutiles de especias.

La bodega ya es una referencia que se vende en una cadena supermercadista como en restaurantes, vinotecas y mediante pequeños distribuidores. “Tenemos una producción limitada. Andaremos en diez mil botellas por temporada” dijo Ayestarán.
“Cuanto más al sur estamos, más tardía es la vendimia ya que debemos aprovechar lo más posible, las condiciones climáticas favorables. En este momento comienza el proceso de fermentación y elaboración y el “bastoneo” con el que se remueven los tanques con el producto. Es una época de mucha actividad en la bodega” y agregó que el principal foco está puesto mayoritariamente en el cuidado de las plantas y del suelo.

La bodega comprende seis hectáreas en un paraje soñado, lleno de mística y sensaciones, privilegiado con las características propicias de un bosque, a diferencias de otras zonas desérticas en donde se produce vino. “Uno de los limitantes es el costo y el valor de la hectárea que es muy alto como en toda la zona de la Cordillera. En otros lugares de la provincia, la expansión podría ser mayor, acá el crecimiento requiere de costos diferentes”, cuenta Ayestarán quien vive y trabaja en Comodoro.

Destacó el rol del enólogo Darío González Maldonado y el potencial de lo que considera una actividad nueva para Chubut. “Es una industria de industrias que es útil para zonas que hoy no se miran positivamente y que se pueden transformar a partir de esto”. El turismo representa un plus a la hora de atraer. La bodega recibe a visitantes que se interiorizan sobre los distintos pasos del proceso, hacen degustaciones y además adquieren productos a precio diferencial.


NOTICIAS RELACIONADAS