El frustrado asalto al blindado del Banco del Chubut y la muerte del ladrón por sus cómplices

Juan “El Turco” Muracioli fue rematado por sus propios socios cuando el plan falló. Había sido gravemente herido en el enfrentamiento con los policías. Tenía 76 años. La banda era liderada por Julián “Conejo” Molinari, el ladrón más famoso de la Patagonia y rey de fugas.

Luis Toledo y Jesús Pugh, conducían el blindado del Banco del Chubut.
01 OCT 2022 - 20:58 | Actualizado 01 OCT 2022 - 21:01

Por Carlos Guajardo

Sus cómplices no tuvieron piedad con él. Estaba muy herido y había perdido mucha sangre. Sus 76 años lo convertían en un peso demasiado para la huida tras el fallido intento de asalto. La leyenda urbana dice que lo remataron al costado de la ruta para que no sufra. Alli lo encontraron y su cuerpo estuvo mucho tiempo en la morgue del cementerio del Trelew sin que nadie lo reclamara. Ese fue el final de Juan ”El turco” Muracioli, el delincuente que pasó más años por las cárceles que por la vida y que murió en uno de sus últimos intentos por engrosar las páginas de la delincuencia con un golpe maestro. No le importaba que le digan el “delincuente de la tercera edad” o el que “no quiso jubilarse”. No sabía hacer otra cosa que robar. Pero este fue el tiro del final en la banda que comandaba el legendario Julián “El Conejo” Molinari y que intentó robar un blindado del Banco del Chubut que transportaba caudales en un solitario viaje por la ruta 25. Fue el 3 de octubre de 1995.
27 años

Mañana se van a cumplir 27 años de aquel hecho. El blindado tenía la intención de llegar a Esquel. Pero en el camino se encontró con una lluvia de balas. “Hoy parece un cuento. Pero menos mal que lo podemos contar”, dicen sus protagonistas.

El blindado era conducido por los empleados bancarios Jesús Pugh y Luis Toledo. Y era custodiado por los policías Humberto Bulacios y Sergio Aguerre, ambos integrantes del Grupo Especial de Operaciones Policiales (GEOP). La acción valerosa de estos últimos y la sangre fría de los empleados hicieron fracasar el golpe, hirieron a los tres integrantes de la banda (a Muracioli lo remataron después) y los pusieron en fuga. Luego fueron detenidos y condenados aunque la carrera delictiva de Molinari lejos estaba de terminar con este golpe fallido. Protagonizó después fugas de película y otros asaltos, que lo terminaron de convertir en el delincuente más famoso de la Patagonia.

En Las Chapas

Aquel mediodía del 3 de octubre, el blindado transitaba de manera dificultosa por una nada generosa ruta 25 que estaba en reparación. A la altura de Las Chapas y en medio de la tranquilidad de la geografía patagónica, un Renault 21 lo pasa a gran velocidad y se le cruza en el camino. Un hombre con peluca desciende el auto con una itaka y comienza a disparar. Primero al parabrisas, después a las puertas. Ya con todos los cómplices rodeando el vehículo, un disparo destruye una rueda delantera y otro va directo a las antenas de comunicación ubicadas en el techo. No había dudas que era una banda de profesionales que además de Molinari y Muracioli integraba Juan Ramón Pereyra. Solo tiros y gritos que amenazaban. Pero el blindado resistió y Aguerre pudo con su FAL romper una mirilla y dispararle a Muracioli que cayó gravemente herido con una bala en el páncreas. “Quise tirarle solo para herirlo”, contaría después Aguerre.

Cuando le llegó el turno a Bulacios, (Aguerre trató de contenerlo porque le quedaban pocas balas) los disparos dieron en el hombro de Pereyra y en un glùteo de Molinari. Fue allí cuando la banda comprendió que habían fracasado. Como pudieron levantaron al moribundo “Turco” y lo introdujeron en el Renault 21. Huyeron. Cerca los esperaban dos vehículos de apoyo. En uno, estaba al frente Susana “la Negra” Barrenti, por entonces pareja de Molinari. En otro, un utilitario, José “Chiquito” Alesanco. Saltearon alambrados y tomaron caminos vecinales. Poco les duró la huida. Todos fueron detenidos y llevados a juicio en 1996. Molinari y Pereyra fueron condenados a 7 años de prisión aunque para “El Conejo” significó una escala más en sus viajes carcelarios que casi siempre, terminaban con una fuga. Barrenti recibió 6 años, Alesanco 5 y José Catafi, un encubridor del hecho, 2 años.

A la morgue

El cuerpo de Muracioli fue llevado a la morgue del cementerio de Trelew donde permaneció durante un largo tiempo sin que nadie lo reclamara. Este viejo ladrón había terminado sus andanzas en el lugar que menos esperaba y de la manera que tampoco pensaba: bajo las balas de sus propios cómplices. Pasado un tiempo, la justicia decidió darle sepultura porque de lo contrario su otra eternidad iba a transcurrir en una fría cámara de la morgue. Tres empleados del cementerio fueron los encargados de darle el último adiós. Cavaron el pozo en los fondos y arrojaron tierra misericordiosamente sobre el cajón de madera barata que guardaba los restos del ladrón quizá más longevo de la delincuencia argentina.

Reconocimiento

Aguerre y Bulacios fueron reconocidos por su valor. Y ambos ya no están en la fuerza. El primero es gasista matriculado y Bulacios volvió a su Catamarca natal donde tiene un emprendimiento propio de embotellamiento de agua mineral. Mañana serán nuevamente reconocidos en un acto oficial de la policía de Chubut. Ya estuvieron dando charlas sobre aquella experiencia que, con seguridad los marcó para siempre.

Los conductores del camión blindado tomaron caminos diferentes. Jesús Pugh sigue en el banco y algunas tardes trata de mantenerse en forma realizando largas caminatas por Playa Unión. Luis “Pancho” Toledo se retiró de la entidad crediticia provincial y supo tener su propia empresa de viajes de turismo. El intento del robo al blindado quedó en la memoria colectiva de los chubutense: 27 años después sigue vigente en el recuerdo de todos. #

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Luis Toledo y Jesús Pugh, conducían el blindado del Banco del Chubut.
01 OCT 2022 - 20:58

Por Carlos Guajardo

Sus cómplices no tuvieron piedad con él. Estaba muy herido y había perdido mucha sangre. Sus 76 años lo convertían en un peso demasiado para la huida tras el fallido intento de asalto. La leyenda urbana dice que lo remataron al costado de la ruta para que no sufra. Alli lo encontraron y su cuerpo estuvo mucho tiempo en la morgue del cementerio del Trelew sin que nadie lo reclamara. Ese fue el final de Juan ”El turco” Muracioli, el delincuente que pasó más años por las cárceles que por la vida y que murió en uno de sus últimos intentos por engrosar las páginas de la delincuencia con un golpe maestro. No le importaba que le digan el “delincuente de la tercera edad” o el que “no quiso jubilarse”. No sabía hacer otra cosa que robar. Pero este fue el tiro del final en la banda que comandaba el legendario Julián “El Conejo” Molinari y que intentó robar un blindado del Banco del Chubut que transportaba caudales en un solitario viaje por la ruta 25. Fue el 3 de octubre de 1995.
27 años

Mañana se van a cumplir 27 años de aquel hecho. El blindado tenía la intención de llegar a Esquel. Pero en el camino se encontró con una lluvia de balas. “Hoy parece un cuento. Pero menos mal que lo podemos contar”, dicen sus protagonistas.

El blindado era conducido por los empleados bancarios Jesús Pugh y Luis Toledo. Y era custodiado por los policías Humberto Bulacios y Sergio Aguerre, ambos integrantes del Grupo Especial de Operaciones Policiales (GEOP). La acción valerosa de estos últimos y la sangre fría de los empleados hicieron fracasar el golpe, hirieron a los tres integrantes de la banda (a Muracioli lo remataron después) y los pusieron en fuga. Luego fueron detenidos y condenados aunque la carrera delictiva de Molinari lejos estaba de terminar con este golpe fallido. Protagonizó después fugas de película y otros asaltos, que lo terminaron de convertir en el delincuente más famoso de la Patagonia.

En Las Chapas

Aquel mediodía del 3 de octubre, el blindado transitaba de manera dificultosa por una nada generosa ruta 25 que estaba en reparación. A la altura de Las Chapas y en medio de la tranquilidad de la geografía patagónica, un Renault 21 lo pasa a gran velocidad y se le cruza en el camino. Un hombre con peluca desciende el auto con una itaka y comienza a disparar. Primero al parabrisas, después a las puertas. Ya con todos los cómplices rodeando el vehículo, un disparo destruye una rueda delantera y otro va directo a las antenas de comunicación ubicadas en el techo. No había dudas que era una banda de profesionales que además de Molinari y Muracioli integraba Juan Ramón Pereyra. Solo tiros y gritos que amenazaban. Pero el blindado resistió y Aguerre pudo con su FAL romper una mirilla y dispararle a Muracioli que cayó gravemente herido con una bala en el páncreas. “Quise tirarle solo para herirlo”, contaría después Aguerre.

Cuando le llegó el turno a Bulacios, (Aguerre trató de contenerlo porque le quedaban pocas balas) los disparos dieron en el hombro de Pereyra y en un glùteo de Molinari. Fue allí cuando la banda comprendió que habían fracasado. Como pudieron levantaron al moribundo “Turco” y lo introdujeron en el Renault 21. Huyeron. Cerca los esperaban dos vehículos de apoyo. En uno, estaba al frente Susana “la Negra” Barrenti, por entonces pareja de Molinari. En otro, un utilitario, José “Chiquito” Alesanco. Saltearon alambrados y tomaron caminos vecinales. Poco les duró la huida. Todos fueron detenidos y llevados a juicio en 1996. Molinari y Pereyra fueron condenados a 7 años de prisión aunque para “El Conejo” significó una escala más en sus viajes carcelarios que casi siempre, terminaban con una fuga. Barrenti recibió 6 años, Alesanco 5 y José Catafi, un encubridor del hecho, 2 años.

A la morgue

El cuerpo de Muracioli fue llevado a la morgue del cementerio de Trelew donde permaneció durante un largo tiempo sin que nadie lo reclamara. Este viejo ladrón había terminado sus andanzas en el lugar que menos esperaba y de la manera que tampoco pensaba: bajo las balas de sus propios cómplices. Pasado un tiempo, la justicia decidió darle sepultura porque de lo contrario su otra eternidad iba a transcurrir en una fría cámara de la morgue. Tres empleados del cementerio fueron los encargados de darle el último adiós. Cavaron el pozo en los fondos y arrojaron tierra misericordiosamente sobre el cajón de madera barata que guardaba los restos del ladrón quizá más longevo de la delincuencia argentina.

Reconocimiento

Aguerre y Bulacios fueron reconocidos por su valor. Y ambos ya no están en la fuerza. El primero es gasista matriculado y Bulacios volvió a su Catamarca natal donde tiene un emprendimiento propio de embotellamiento de agua mineral. Mañana serán nuevamente reconocidos en un acto oficial de la policía de Chubut. Ya estuvieron dando charlas sobre aquella experiencia que, con seguridad los marcó para siempre.

Los conductores del camión blindado tomaron caminos diferentes. Jesús Pugh sigue en el banco y algunas tardes trata de mantenerse en forma realizando largas caminatas por Playa Unión. Luis “Pancho” Toledo se retiró de la entidad crediticia provincial y supo tener su propia empresa de viajes de turismo. El intento del robo al blindado quedó en la memoria colectiva de los chubutense: 27 años después sigue vigente en el recuerdo de todos. #


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