Por Marcelo Eckhardt.
La revista Rolling Stone publicó una nota sobre diez discos del rock nacional que fueron editados en 1984 y cumplen 30 años: Virus, GIT, Soda Stéreo, Spinetta jade, Fito Páez, Los Twist, Viudas e hijas del rock and roll, Miguel Abuelo, Andrés Calamaro y Charly, el histórico Charly con su fundamental “Piano bar”.
El corte sincrónico que propone la revista de rock nos permite ver a la distancia ese año como si fuera un tronco de árbol cortado, con sus vetas, sus anillos, además de recordar las vivencias de esa época, la naciente democracia, cuando la primavera política, cultural, social parecía crecer con fuerza y con esperanzas. Si bien, desde el presente, el disco de Spinetta y el del joven Fito Páez se destacan por calidad y potencia, Piano bar de Charly se eleva claramente sobre el resto, como si fuera de otra constelación; corresponde a 1984 pero da la impresión que Charly estaba en otro año, en otro lugar. A otro ritmo, en otra frecuencia.
Es notoria la circulación entre músicos en los discos editados en ese año: los que tocan en Piano bar a la vez hacen banda (GIT) y editan su propio disco; el joven tecladista de Rosario, Fito Páez, también debuta como solista. Daniel Melingo de los Twist, toca en “Nacido en el 63”, Federico Moura produce el disco de Soda Stéreo. Hay un clima de fiesta, de apertura mental y corporal, de destape y de frivolidad luego de tanta oscuridad y represión por la dictadura. Parecía que emergía un nuevo país y se avizoraba el futuro. No es que Charly toque con un grupo de músicos aislados del resto; por el contrario, la comunidad de músicos del rock de esa época posee una fluida comunicación y se ayudan entre ellos. La diferencia de Charly, evidentemente, pasa por la forma en que piensa y siente la música y por el modo de componer sus letras.
El tiempo no solo cura las heridas, parece, sino también las obras de arte. El tiempo puede ser un corrosivo o también, el que las actualiza y las potencia (el presente se vuelve futuro, el pasado es presente); es el caso de Piano bar: es un disco actual (y en esto se diferencia de todos los otros que quedaron “atrapados” en su época, en el momento, en las modas). Aún desacomoda (imagínense cómo sonaba en las orejas aletargadas de la joven democracia). Su sonido, los arreglos, y las letras, aún no desentonan en el presente (lo mismo ocurre con otros grandes discos del rock nacional: Artaud de Spinetta, Manal, Oktubre de los Redondos, Divididos por la felicidad de Sumo, Patria o muerte de Don Cornelio en la zona, etc.).
Charly no es plano, nunca. Piensa relaciones. Y sus letras están hechas de sentimientos encontrados, canta: “Ahora no estoy más tranquilo, / y por qué tendría que estar / todos crecimos sin entender / y todavía me siento un anormal / Hoy pasó el tiempo,
demoliendo hoteles”. También: “yo que crecí con los que estaban bien / pero a la noche estaba todo mal”. O sino: “me siento solo y confundido a la vez”. No resuelve las contradicciones sino que las expone: “Porque me tratas tan bien, /me tratas tan mal / sabes que no aprendí a vivir. / A veces estoy tan bien, / estoy tan down. / Calambres en el alma, / cada cual tiene un trip en el bocho / difícil que lleguemos a ponernos de acuerdo”. Por eso, además, Charly se traviste de una figura lateral porque quizás intuye, entiende que solo se puede morigerar un dolor profundo del pasado que no cicatrizará en el futuro: “ya no quiero criticar / sólo quiero ser un enfermero”.
Pablo Schanton escribe sobre Piano bar: “¿Por qué no es capaz de abrazar y abrasar la esperanza política, como otros rockeros que aportan el necesario “poptimismo” a la coyuntura, a bordo de sus Tirá para arriba, Hay que salir del agujero interior o No se desesperen?” No es que sea pesimista o negativo, todo lo contrario: “Y si trabajás al pedo / y estás haciendo algo nuevo, adelante” canta. O también: “no elegí este mundo, pero aprendí a querer”. Un paso adelante pero viendo hacia atrás también, así se para Charly García en su presente. Piano bar es un disco que “construye el presente” cantándole al pasado (Demoliendo hoteles, Tuve tu amor, Rap del exilio), y al futuro (Promesas sobre el bidet, Cerca de la revolución). Una revolución, un exilio latinoamericano con su emergencia en una Nueva York creativa donde se ubicaría el utópico Piano bar, al filo de un cambio radical que nunca acontece, donde “Y si mañana es como ayer otra vez / lo que fue hermoso será horrible después”.
Charly García se dirige a alguien como él, un contemporáneo con el que nos identificamos. Nos interpela, nos provoca, nos hace pensar y nos invita a abandonarnos en el placer de la música que alivia los dolores primeros, los que no se amortiguan con las modas de “los raros peinados nuevos”. La música cura y el artista solo nos puede ayudar a estar mejor, como un enfermero del alma que desconfía de un saber demasiado alto y alejado de lo que siente realmente la gente: “si estas palabras te pudieran dar fe, canta Charly, si está armonía te ayudara a crecer, yo sería tan feliz, tan feliz, en el mundo, que moriría arrodillado a tus pies”. De la euforia de “Demoliendo hoteles” o “Rap del exilio” a la depresión de “No te animás a despegar”, Piano bar es arrollador, de comienzo a fin, a treinta años de su edición goza de actualidad, y sigue demoliendo los hoteles del tiempo.
Por Marcelo Eckhardt.
La revista Rolling Stone publicó una nota sobre diez discos del rock nacional que fueron editados en 1984 y cumplen 30 años: Virus, GIT, Soda Stéreo, Spinetta jade, Fito Páez, Los Twist, Viudas e hijas del rock and roll, Miguel Abuelo, Andrés Calamaro y Charly, el histórico Charly con su fundamental “Piano bar”.
El corte sincrónico que propone la revista de rock nos permite ver a la distancia ese año como si fuera un tronco de árbol cortado, con sus vetas, sus anillos, además de recordar las vivencias de esa época, la naciente democracia, cuando la primavera política, cultural, social parecía crecer con fuerza y con esperanzas. Si bien, desde el presente, el disco de Spinetta y el del joven Fito Páez se destacan por calidad y potencia, Piano bar de Charly se eleva claramente sobre el resto, como si fuera de otra constelación; corresponde a 1984 pero da la impresión que Charly estaba en otro año, en otro lugar. A otro ritmo, en otra frecuencia.
Es notoria la circulación entre músicos en los discos editados en ese año: los que tocan en Piano bar a la vez hacen banda (GIT) y editan su propio disco; el joven tecladista de Rosario, Fito Páez, también debuta como solista. Daniel Melingo de los Twist, toca en “Nacido en el 63”, Federico Moura produce el disco de Soda Stéreo. Hay un clima de fiesta, de apertura mental y corporal, de destape y de frivolidad luego de tanta oscuridad y represión por la dictadura. Parecía que emergía un nuevo país y se avizoraba el futuro. No es que Charly toque con un grupo de músicos aislados del resto; por el contrario, la comunidad de músicos del rock de esa época posee una fluida comunicación y se ayudan entre ellos. La diferencia de Charly, evidentemente, pasa por la forma en que piensa y siente la música y por el modo de componer sus letras.
El tiempo no solo cura las heridas, parece, sino también las obras de arte. El tiempo puede ser un corrosivo o también, el que las actualiza y las potencia (el presente se vuelve futuro, el pasado es presente); es el caso de Piano bar: es un disco actual (y en esto se diferencia de todos los otros que quedaron “atrapados” en su época, en el momento, en las modas). Aún desacomoda (imagínense cómo sonaba en las orejas aletargadas de la joven democracia). Su sonido, los arreglos, y las letras, aún no desentonan en el presente (lo mismo ocurre con otros grandes discos del rock nacional: Artaud de Spinetta, Manal, Oktubre de los Redondos, Divididos por la felicidad de Sumo, Patria o muerte de Don Cornelio en la zona, etc.).
Charly no es plano, nunca. Piensa relaciones. Y sus letras están hechas de sentimientos encontrados, canta: “Ahora no estoy más tranquilo, / y por qué tendría que estar / todos crecimos sin entender / y todavía me siento un anormal / Hoy pasó el tiempo,
demoliendo hoteles”. También: “yo que crecí con los que estaban bien / pero a la noche estaba todo mal”. O sino: “me siento solo y confundido a la vez”. No resuelve las contradicciones sino que las expone: “Porque me tratas tan bien, /me tratas tan mal / sabes que no aprendí a vivir. / A veces estoy tan bien, / estoy tan down. / Calambres en el alma, / cada cual tiene un trip en el bocho / difícil que lleguemos a ponernos de acuerdo”. Por eso, además, Charly se traviste de una figura lateral porque quizás intuye, entiende que solo se puede morigerar un dolor profundo del pasado que no cicatrizará en el futuro: “ya no quiero criticar / sólo quiero ser un enfermero”.
Pablo Schanton escribe sobre Piano bar: “¿Por qué no es capaz de abrazar y abrasar la esperanza política, como otros rockeros que aportan el necesario “poptimismo” a la coyuntura, a bordo de sus Tirá para arriba, Hay que salir del agujero interior o No se desesperen?” No es que sea pesimista o negativo, todo lo contrario: “Y si trabajás al pedo / y estás haciendo algo nuevo, adelante” canta. O también: “no elegí este mundo, pero aprendí a querer”. Un paso adelante pero viendo hacia atrás también, así se para Charly García en su presente. Piano bar es un disco que “construye el presente” cantándole al pasado (Demoliendo hoteles, Tuve tu amor, Rap del exilio), y al futuro (Promesas sobre el bidet, Cerca de la revolución). Una revolución, un exilio latinoamericano con su emergencia en una Nueva York creativa donde se ubicaría el utópico Piano bar, al filo de un cambio radical que nunca acontece, donde “Y si mañana es como ayer otra vez / lo que fue hermoso será horrible después”.
Charly García se dirige a alguien como él, un contemporáneo con el que nos identificamos. Nos interpela, nos provoca, nos hace pensar y nos invita a abandonarnos en el placer de la música que alivia los dolores primeros, los que no se amortiguan con las modas de “los raros peinados nuevos”. La música cura y el artista solo nos puede ayudar a estar mejor, como un enfermero del alma que desconfía de un saber demasiado alto y alejado de lo que siente realmente la gente: “si estas palabras te pudieran dar fe, canta Charly, si está armonía te ayudara a crecer, yo sería tan feliz, tan feliz, en el mundo, que moriría arrodillado a tus pies”. De la euforia de “Demoliendo hoteles” o “Rap del exilio” a la depresión de “No te animás a despegar”, Piano bar es arrollador, de comienzo a fin, a treinta años de su edición goza de actualidad, y sigue demoliendo los hoteles del tiempo.