Por Rolando Tobarez
Son diez, viven repartidos en Trelew, Rawson y Esquel y forman parte del grupo de 32 exmilitares y retirados del Servicio Penitenciario Federal procesados por el juez federal Hugo Sastre por su presunta responsabilidad en la histórica Causa 500, que investiga violaciones a los derechos humanos en la Unidad 6 de Rawson.
Muchos son conocidos vecinos. Algunos ya ancianos y otros en camino. Sus procesamientos fueron un pedido del fiscal Fernando Gélvez, pieza clave en la investigación del expediente por delitos de lesa humanidad más grande de la Patagonia y uno de los más complejos del país por la cantidad de imputados.
Todos están acusados por privación ilegal de la libertad con violencia y amenazas, además de tormentos agravados por ser sus víctimas perseguidos políticos. Se recogieron decenas de testimonios de exdetenidos de la penitenciaría rawsense en los años de plomo.
El primero es Armando Emilio Parra, nacido el 27 de julio de 1927. Vive en Trelew. Es retirado del Ejército Argentino. Según su procesamiento, como oficial del Ejército Argentino tuvo control sobre todas las fuerzas de seguridad de la zona, en el marco del “plan sistemático de persecución, tortura y aniquilamiento de personas con ideas políticas contrarias al régimen”. Habría participado “ordenando o haciendo cumplir las órdenes de la dictadura”.
El coronel Parra fue jefe del Distrito Militar Trelew desde diciembre de 1977 hasta 1983. “Su participación no puede excluirse en tanto es imposible sostener el desconocimiento siendo una autoridad de una unidad militar que respondía naturalmente al mando de la jefatura de la Subzona 53 con asiento en Comodoro Rivadavia y que, integrando el Ejército, estaba comprometido su accionar en la ´lucha contra la subversión´”, dice su procesamiento.
Parra conoció los hechos en la U-6 y “prestó colaboración indispensable, garantizando impunidad a los ejecutores de los ilícitos. Desde un alto grado en el Ejército Argentino, contribuyó a la ejecución del plan de persecución y aniquilamiento de las personas pertenecientes a grupos políticos contrarios al régimen”.
El caso Tomaso
Le sigue Jorge Alberto Tomaso, nacido el 25 de mayo de 1946. Reside en Rawson. Fue agente de Seguridad Interna de la U-6. Negó los cargos y advirtió que la gravedad de las acusaciones le produjo “una alteración psíquica que le impide ordenar los recuerdos; amén de esta alteración psíquica, me produce impotencia, indignación, angustia y rebeldía, por tratarse de presuntos actos por los que fuera indagado, procesado y sobreseído hace 31 años”.
Sin embargo, el testigo Héctor Osses dijo que Tomaso lo sacaba de su celda para golpearlo. Y Carlos Zamorano describió torturas y vejaciones: “Entre los guardias que lo castigaban asiduamente, sólo puede recordar a Tomaso”. Tito Barone también lo acusó de golpes. “Lo hacían desnudar y correr desnudo; el Pelotón Fantasma iba a la noche a su cuarto a atormentarlo para que no pudiera dormirse”.
Por su parte, Alberto Maruco recordó una sanción de cinco días a fines de 1977. “El sub oficial Tomaso lo sacó de su celda y lo llevó al baño para golpearlo y darle puntapiés”. Más preciso aún, René Roncedo dijo que el 15 de agosto de 1977, Tomaso en su celda le ordenó que pusiera las manos tras la espalda. Lo golpeó y le ordenó flexiones. Como se negó, lo llevó al baño y lo obligó a ducharse mientras lo golpeaba y le preguntaba si sabía qué era “el aniversario de Trelew”.
Abel Chein lo identificó como uno de quienes constantemente lo sometía a golpes y baldazos de agua fría.
“Comenzó a funcionar el denominado Pelotón Fantasma encabezado por Tomaso, quien se presentaba en las celdas a la madrugada para torturar a los detenidos”. A Miguel Anchordoqui “lo golpeaban constantemente cuando lo llevaban al baño”. Uno era Tomaso.
Víctor Tomaselli relató un trato de extrema rigurosidad y lo apuntó como responsable. Según Alberto Piccinini, “entre quienes torturaban a los detenidos estaba el Director del Servicio Médico y Tomaso”.
Juan Durdos recordó que en las celdas de castigo “quedaban a merced de los carceleros de turno. Entre ellos estaban Tomaso (…) los despojaban de su ropa y de cualquier elemento de abrigo”. A Oscar Melián lo aislaron en una celda. “Sólo lo sacaban muy de vez en cuando para bañarlo con agua fría y pegarle con una toalla mojada. Uno de quienes lo golpeaba más brutalmente era Tomaso”.
Domingo Vargas Sosa recordó: “Una noche, terminado el Mundial ´78, Tomaso lo golpeó porque no había cumplido la orden de estar parado con las manos atrás”. Jorge Abel carecía de abrigo y atención médica. “Entre los torturadores estaba Tomaso, que le repetía que, librado a su voluntad, los mataría a todos”. Armando Benítez recordó que “en el recorrido desde el pabellón 8 hasta el patio era golpeado en la espalda, en particular cuando estaba a cargo Tomaso”.
Miguel Ángel Montan le dijo al juez que de noche, al cerrar los pabellones y cada interno se iba a su celda, Tomaso entraba con la luz apagada, elegía a uno y lo llevaba al baño para golpearlo. César Vivar agregó que el grueso de los malos tratos era de un grupo de cinco uniformados. “Tomaso formó un pelotón en su guardia que llevaba el nombre de Pelotón Valenzuela o Pelotón Fantasma. Por las noches lo sacaba de las celdas y les aplicaba duchas de agua fría”. Roberto Varas incluyó al procesado como autor de “golpes con objetos contundentes, como culatas de los fusiles, garrotes de madera o de goma que descargaban electricidad”.
Luis Franganillo repitió las torturas del Pelotón Fantasma, con Tomaso. “Los sacaban de los calabozos; siempre por las noches los llevaban frecuentemente a los baños, los golpeaban y los sometían a largas duchas de agua helada”.
Para el juez Sastre, todos coinciden en que Tomaso dirigía el Pelotón Fantasma, que desplegaba su accionar delictivo de noche, mientras los presos descansaban. Trabajó en la U-6 desde el 28 de abril de 1977 y desde su primer día de trabajo fue autor de los tormentos. “De manera habitual y sistemáticamente intervino junto a otro grupo que ingresaba a las celdas de los detenidos durante las noches, a los que luego de despertarlos los sometía a baños en las duchas con agua helada y luego eran golpeados”.
Cipriano González nació el 9 de noviembre de 1932 y vive en Rawson. Le decían “El Búho” y según el procesamiento, fue autor de innumerables torturas sistemáticas y repetidas. Luis Lea Place relató que fue mantenido desnudo desde las 20 hasta las 8.30 de cada día mientras le arrojaban baldes de agua fría. Por la mañana, la ropa que le daban había sido empapada. El que más se ensañaba era el jefe de una guardia que no tenía que ver con la requisa: “El Búho” González, que le sacaba la ropa antes del horario establecido.
César Vivar relató que González le pegó varias veces cuando recibía visita de familiares y lo obligaba a bajar la cabeza cuando él pasaba; en caso contrario lo sometía a baños de agua fría.
Cada noche
Manuel Llorens recordó entre quienes le propinaron tormentos estaba “El Búho”. Dos veces lo sancionó con la celda de castigo. Le quitaron la ropa, lo golpearon y lo dejaron desnudo en la celda mojada. Le devolvían la ropa mojada. Sucedía cada noche.
José Antonio Casanova nació el 28 de mayo de 1956. Reside en Rawson. Le decían “El Pájaro Loco”. Los testigos lo acusaron de ensañarse con los baldazos de agua fría y de los desnudos en la celda. Chein relató que fue agredido por Casanova. “Lo hacía pasar desnudo por entre dos hileras de celadores y lo golpeaba”. Roberto Reyna mencionó a Casanova como quien lo sometió a vejaciones, humillaciones y tormentos psíquicos.
Ramón de Jesús Sosa es del 31 de diciembre de 1953 y vive en Rawson. Según el procesamiento, “las víctimas lo incluyen entre los autores de las golpizas y vejámenes”. Eduardo Sadmojedny contó que el acusado entraba a su celda y lo castigaban con puñetazos, puntapiés y baldazos de agua fría. Víctor Tomaselli señaló que les generaban confusión con órdenes y contraórdenes para luego sancionarlos. Allí estaba el suboficial Sosa, que integró el Pelotón Fantasma y los baños les pegaba hasta desmayarlos.
Erupciones
Emilio Dambra nació el 14 de febrero de 1957 y vive en Esquel. El testigo Orlando Calamari lo contó entre quienes lo sometieron a golpizas diarias. Le decían “Granulín” por su cara cubierta de erupciones. En las celdas de castigo, a Calamari el acusado le quitaba la ropa largas horas y le echaba baldazos de agua fría pese al frío. Eduardo Porcel lo acusó de haber sido parte del grupo que lo pateó, lo trompeó y le arrancó los bigotes.
Al testigo César Vivar lo conducían por los pasillos entre dos filas de oficiales; al pasar con el brazo derecho torcido hacia atrás y apretado en la espalda, le pateaban los tobillos. Si no agachaba la cabeza, recibía más golpes. No le permitían fotos de familiares, ni recreación física, ni hablar. Señaló a Dambra por estos castigos. Según el juez Sastre, “participó en la aplicación sistemática de torturas que se tienen como probadas”.
"El Burro"
Rafael Ruiz Díaz nació el 1º de octubre de 1953 y vive de Rawson. Sadmojedny relató que era común que Ruiz Díaz entrara a su celda y lo castigara con trompadas, puntapiés y baldazos de agua fría. Manuel María Llorens recordó que le decían “El Burro” o “Cara de zapato”. “Constantemente maltrataba y acosaba con órdenes antojadizas, sanciones arbitrarias e insultos. Acortaba recreos o sancionaba por formar parado en la baldosa incorrecta.
Alberto Vázquez le dijo a Sastre que lo golpeaban y lo bañaban con agua fría. Un protagonista era Ruiz Díaz. A Juan Durdos lo obligaban a pararse con las manos detrás de la espalda y lo golpeaban entre varios. Aprovechaban cuando iba al baño. Por eso pasó hasta diez días sin ir por temor a los castigos. Al salir a los pasillos lo obligaban a hacer salto en rana o pegarle a otro compañero. Ruiz Díaz lo castigaba encerrándolo en su celda. Raúl Copello también lo recordó mal, por sanciones arbitrarias por faltas insignificantes.
Por Rolando Tobarez
Son diez, viven repartidos en Trelew, Rawson y Esquel y forman parte del grupo de 32 exmilitares y retirados del Servicio Penitenciario Federal procesados por el juez federal Hugo Sastre por su presunta responsabilidad en la histórica Causa 500, que investiga violaciones a los derechos humanos en la Unidad 6 de Rawson.
Muchos son conocidos vecinos. Algunos ya ancianos y otros en camino. Sus procesamientos fueron un pedido del fiscal Fernando Gélvez, pieza clave en la investigación del expediente por delitos de lesa humanidad más grande de la Patagonia y uno de los más complejos del país por la cantidad de imputados.
Todos están acusados por privación ilegal de la libertad con violencia y amenazas, además de tormentos agravados por ser sus víctimas perseguidos políticos. Se recogieron decenas de testimonios de exdetenidos de la penitenciaría rawsense en los años de plomo.
El primero es Armando Emilio Parra, nacido el 27 de julio de 1927. Vive en Trelew. Es retirado del Ejército Argentino. Según su procesamiento, como oficial del Ejército Argentino tuvo control sobre todas las fuerzas de seguridad de la zona, en el marco del “plan sistemático de persecución, tortura y aniquilamiento de personas con ideas políticas contrarias al régimen”. Habría participado “ordenando o haciendo cumplir las órdenes de la dictadura”.
El coronel Parra fue jefe del Distrito Militar Trelew desde diciembre de 1977 hasta 1983. “Su participación no puede excluirse en tanto es imposible sostener el desconocimiento siendo una autoridad de una unidad militar que respondía naturalmente al mando de la jefatura de la Subzona 53 con asiento en Comodoro Rivadavia y que, integrando el Ejército, estaba comprometido su accionar en la ´lucha contra la subversión´”, dice su procesamiento.
Parra conoció los hechos en la U-6 y “prestó colaboración indispensable, garantizando impunidad a los ejecutores de los ilícitos. Desde un alto grado en el Ejército Argentino, contribuyó a la ejecución del plan de persecución y aniquilamiento de las personas pertenecientes a grupos políticos contrarios al régimen”.
El caso Tomaso
Le sigue Jorge Alberto Tomaso, nacido el 25 de mayo de 1946. Reside en Rawson. Fue agente de Seguridad Interna de la U-6. Negó los cargos y advirtió que la gravedad de las acusaciones le produjo “una alteración psíquica que le impide ordenar los recuerdos; amén de esta alteración psíquica, me produce impotencia, indignación, angustia y rebeldía, por tratarse de presuntos actos por los que fuera indagado, procesado y sobreseído hace 31 años”.
Sin embargo, el testigo Héctor Osses dijo que Tomaso lo sacaba de su celda para golpearlo. Y Carlos Zamorano describió torturas y vejaciones: “Entre los guardias que lo castigaban asiduamente, sólo puede recordar a Tomaso”. Tito Barone también lo acusó de golpes. “Lo hacían desnudar y correr desnudo; el Pelotón Fantasma iba a la noche a su cuarto a atormentarlo para que no pudiera dormirse”.
Por su parte, Alberto Maruco recordó una sanción de cinco días a fines de 1977. “El sub oficial Tomaso lo sacó de su celda y lo llevó al baño para golpearlo y darle puntapiés”. Más preciso aún, René Roncedo dijo que el 15 de agosto de 1977, Tomaso en su celda le ordenó que pusiera las manos tras la espalda. Lo golpeó y le ordenó flexiones. Como se negó, lo llevó al baño y lo obligó a ducharse mientras lo golpeaba y le preguntaba si sabía qué era “el aniversario de Trelew”.
Abel Chein lo identificó como uno de quienes constantemente lo sometía a golpes y baldazos de agua fría.
“Comenzó a funcionar el denominado Pelotón Fantasma encabezado por Tomaso, quien se presentaba en las celdas a la madrugada para torturar a los detenidos”. A Miguel Anchordoqui “lo golpeaban constantemente cuando lo llevaban al baño”. Uno era Tomaso.
Víctor Tomaselli relató un trato de extrema rigurosidad y lo apuntó como responsable. Según Alberto Piccinini, “entre quienes torturaban a los detenidos estaba el Director del Servicio Médico y Tomaso”.
Juan Durdos recordó que en las celdas de castigo “quedaban a merced de los carceleros de turno. Entre ellos estaban Tomaso (…) los despojaban de su ropa y de cualquier elemento de abrigo”. A Oscar Melián lo aislaron en una celda. “Sólo lo sacaban muy de vez en cuando para bañarlo con agua fría y pegarle con una toalla mojada. Uno de quienes lo golpeaba más brutalmente era Tomaso”.
Domingo Vargas Sosa recordó: “Una noche, terminado el Mundial ´78, Tomaso lo golpeó porque no había cumplido la orden de estar parado con las manos atrás”. Jorge Abel carecía de abrigo y atención médica. “Entre los torturadores estaba Tomaso, que le repetía que, librado a su voluntad, los mataría a todos”. Armando Benítez recordó que “en el recorrido desde el pabellón 8 hasta el patio era golpeado en la espalda, en particular cuando estaba a cargo Tomaso”.
Miguel Ángel Montan le dijo al juez que de noche, al cerrar los pabellones y cada interno se iba a su celda, Tomaso entraba con la luz apagada, elegía a uno y lo llevaba al baño para golpearlo. César Vivar agregó que el grueso de los malos tratos era de un grupo de cinco uniformados. “Tomaso formó un pelotón en su guardia que llevaba el nombre de Pelotón Valenzuela o Pelotón Fantasma. Por las noches lo sacaba de las celdas y les aplicaba duchas de agua fría”. Roberto Varas incluyó al procesado como autor de “golpes con objetos contundentes, como culatas de los fusiles, garrotes de madera o de goma que descargaban electricidad”.
Luis Franganillo repitió las torturas del Pelotón Fantasma, con Tomaso. “Los sacaban de los calabozos; siempre por las noches los llevaban frecuentemente a los baños, los golpeaban y los sometían a largas duchas de agua helada”.
Para el juez Sastre, todos coinciden en que Tomaso dirigía el Pelotón Fantasma, que desplegaba su accionar delictivo de noche, mientras los presos descansaban. Trabajó en la U-6 desde el 28 de abril de 1977 y desde su primer día de trabajo fue autor de los tormentos. “De manera habitual y sistemáticamente intervino junto a otro grupo que ingresaba a las celdas de los detenidos durante las noches, a los que luego de despertarlos los sometía a baños en las duchas con agua helada y luego eran golpeados”.
Cipriano González nació el 9 de noviembre de 1932 y vive en Rawson. Le decían “El Búho” y según el procesamiento, fue autor de innumerables torturas sistemáticas y repetidas. Luis Lea Place relató que fue mantenido desnudo desde las 20 hasta las 8.30 de cada día mientras le arrojaban baldes de agua fría. Por la mañana, la ropa que le daban había sido empapada. El que más se ensañaba era el jefe de una guardia que no tenía que ver con la requisa: “El Búho” González, que le sacaba la ropa antes del horario establecido.
César Vivar relató que González le pegó varias veces cuando recibía visita de familiares y lo obligaba a bajar la cabeza cuando él pasaba; en caso contrario lo sometía a baños de agua fría.
Cada noche
Manuel Llorens recordó entre quienes le propinaron tormentos estaba “El Búho”. Dos veces lo sancionó con la celda de castigo. Le quitaron la ropa, lo golpearon y lo dejaron desnudo en la celda mojada. Le devolvían la ropa mojada. Sucedía cada noche.
José Antonio Casanova nació el 28 de mayo de 1956. Reside en Rawson. Le decían “El Pájaro Loco”. Los testigos lo acusaron de ensañarse con los baldazos de agua fría y de los desnudos en la celda. Chein relató que fue agredido por Casanova. “Lo hacía pasar desnudo por entre dos hileras de celadores y lo golpeaba”. Roberto Reyna mencionó a Casanova como quien lo sometió a vejaciones, humillaciones y tormentos psíquicos.
Ramón de Jesús Sosa es del 31 de diciembre de 1953 y vive en Rawson. Según el procesamiento, “las víctimas lo incluyen entre los autores de las golpizas y vejámenes”. Eduardo Sadmojedny contó que el acusado entraba a su celda y lo castigaban con puñetazos, puntapiés y baldazos de agua fría. Víctor Tomaselli señaló que les generaban confusión con órdenes y contraórdenes para luego sancionarlos. Allí estaba el suboficial Sosa, que integró el Pelotón Fantasma y los baños les pegaba hasta desmayarlos.
Erupciones
Emilio Dambra nació el 14 de febrero de 1957 y vive en Esquel. El testigo Orlando Calamari lo contó entre quienes lo sometieron a golpizas diarias. Le decían “Granulín” por su cara cubierta de erupciones. En las celdas de castigo, a Calamari el acusado le quitaba la ropa largas horas y le echaba baldazos de agua fría pese al frío. Eduardo Porcel lo acusó de haber sido parte del grupo que lo pateó, lo trompeó y le arrancó los bigotes.
Al testigo César Vivar lo conducían por los pasillos entre dos filas de oficiales; al pasar con el brazo derecho torcido hacia atrás y apretado en la espalda, le pateaban los tobillos. Si no agachaba la cabeza, recibía más golpes. No le permitían fotos de familiares, ni recreación física, ni hablar. Señaló a Dambra por estos castigos. Según el juez Sastre, “participó en la aplicación sistemática de torturas que se tienen como probadas”.
"El Burro"
Rafael Ruiz Díaz nació el 1º de octubre de 1953 y vive de Rawson. Sadmojedny relató que era común que Ruiz Díaz entrara a su celda y lo castigara con trompadas, puntapiés y baldazos de agua fría. Manuel María Llorens recordó que le decían “El Burro” o “Cara de zapato”. “Constantemente maltrataba y acosaba con órdenes antojadizas, sanciones arbitrarias e insultos. Acortaba recreos o sancionaba por formar parado en la baldosa incorrecta.
Alberto Vázquez le dijo a Sastre que lo golpeaban y lo bañaban con agua fría. Un protagonista era Ruiz Díaz. A Juan Durdos lo obligaban a pararse con las manos detrás de la espalda y lo golpeaban entre varios. Aprovechaban cuando iba al baño. Por eso pasó hasta diez días sin ir por temor a los castigos. Al salir a los pasillos lo obligaban a hacer salto en rana o pegarle a otro compañero. Ruiz Díaz lo castigaba encerrándolo en su celda. Raúl Copello también lo recordó mal, por sanciones arbitrarias por faltas insignificantes.