Chubut en medio de una campaña política demasiado virulenta y una Justicia que sigue sumando críticas

Leé La Columna del Domingo, la tradicional editorial de la edición dominical de Jornada, con la mejor información política de Chubut.

29 JUN 2013 - 21:55 | Actualizado

Demasiada turbulencia. Se supone que las campañas políticas buscan robustecer la figura de los candidatos a ocupar cargos, potenciando sus cualidades personales y ponderando sus ideas para mejorar la comunidad, que además debería ser su único norte en la carrera pública. La intención final de una campaña política es comunicarle a la mayor cantidad de gente posible sobre los proyectos que se tienen para optimizar la calidad de vida de todos y cada uno de lo ciudadanos. Pero la realidad destierra esta visión. No es así. Acaso lo era en otros tiempos, pero hoy se ha transformado en el show de la denuncia y, lo que es peor, de la chicana. Hay un menosprecio llamativo por la calidad personal de los rivales y lo que representan, lo cual tarde o temprano se vuelve un boomerang pues en el peor de los casos ese rival terminará sentado en una banca del congreso nacional –para posicionarnos en la actualidad- aun acarreando el vituperio que la lucha por esa banca le generó en el camino. Estará desprestigiado él, muy posiblemente, pero también su banca y especialmente lo que representa: la “clase” política.

En Chubut, obviedad de perogrullo, no hubo originalidades desde ese prisma y no se pudo evitar –o no se quiso- esa línea. Pocas horas después de vencidos los plazos para presentar avales y fórmulas ante las Juntas Electorales, la munición gruesa se hizo presente: las denuncias están a la hora del día y el repaso del pasado –entre gente que se conoce mucho, ojo- también. La apuesta, parece, es por ver quien termina esta batalla, electoralmente hablando, con menos heridas. Y la realidad es que ningún candidato puso en lo más alto de sus discurso, no hasta ahora, sus planteos sobre las cuestiones medulares de Chubut: su economía regional deprimida, sus enormes dificultades de conexión –ya a esta altura depender de los vuelos es poco menos que tragicómico- su delicada situación petrolera, estancada hace casi dos años y sin miras de tomar vuelo, y el no menos despreciable escenario de la pesca, en estado crítico hace varios años, algo reconocido universalmente por el abanico de aspirantes a las bancas en juego.

Hoy la campaña política en Chubut amenaza con convertirse en un lodazal de proporciones insondables lo cual, más allá de quien circunstancialmente capture esta vez más votos, terminará perjudicando a todos. Ninguna guerra termina con heridos de un solo lado y, lo que es peor, ninguna guerra sirvió nunca para nada.

Llamame, te llamo

En ese marco debe inscribirse, también, la pelea casi insólita que se dio durante esta semana entre el intendente de Puerto Madryn, Ricardo Sastre, y el secretario de Seguridad de la provincia, José Glinski. El primero presentó una línea telefónica para recibir denuncias de venta de drogas –o episodios relacionados al narcotráfico- y el segundo le dedicó un par de párrafos críticos. En el fondo, más allá de las razones que esgriman cada uno de ellos, nada bueno puede percibir la sociedad de estas cuestiones. Preferiría, ante un flagelo semejante, dirigentes unidos detrás de una idea en común para plantear la lucha. El enemigo es enorme y demasiado poderoso como para afrontarlo desde posiciones desperdigadas.

Sastre maneja una comunidad de contrastes, hoy. Su pujanza turística no ve límites en el horizonte y suma propuestas cada día pero aquello que alguna vez le dio vida a la ciudad, la pesca, pasa quizás por su peor momento histórico. No resulta fácil manejarlo. Y Glinski, debe reconocerse, ha logrado posicionarse en una de las franjas más delicadas del Poder: la seguridad, aun cuando llegó a la gestión de Buzzi en un momento sumamente delicado. Es difícil explicarle a la sociedad que esta gente se pelee por los medios y no logre ponerse de acuerdo por una línea telefónica que en el fondo encierra otra batalla mucho más compleja y virulenta, como la que debe sostenerse en estos tiempos en donde el narcotráfico resulta un problema acuciante en todo el planeta.

Libres

La Justicia de Chubut está plagada de fallos impopulares. Este viernes dio un par de muestras dramáticas de ello. Dos juicios por asesinato terminaron sin culpable alguno. Impunes, para ser claros. Son los casos de Bruno Rodríguez Monsalve y Gastón Godoy. El primero fue asesinado en Trelew a puñaladas y al segundo lo mataron a balazos en Puerto Madryn. Para el caso de Monsalve estaba imputado Gastón Bejar, mientras que Lucas Pérez estaba acusado de asesinar a Godoy. Casi a la misma hora, este viernes, dos jurados distintos dictaminaron que no existían pruebas suficientes para considerarlos culpables.

En ambos casos se conocieron los fallos pero no los argumentos, que estarán a disposición en pocos días más. Pero, más allá de los fundamentos –que irán en línea con el sostenimiento de la decisión- el saldo que dejan ambas determinaciones es el mismo: los crímenes quedaron impunes, sin resolución.

Estas dos “joyitas” se suman a la que, días atrás, regaló la Justicia en el resonante caso de los Poliladron, quienes habían sido condenados por constituir una asociación ilícita en primera instancia pero a los que la Cámara Penal les quitó esa calificación con lo que quedaron el libertad.

Todo mal, en los primeros dos casos parece claro que fallaron mal los jueces o las investigaciones fueron, como mínimo, deficientes. Sobre los Poliladron actuaron dos ternas de jueces en diferentes instancias y, lo dicen los fallos de cada una de ellas, vieron cosas distintas. Alguna de ellas equivocó, y feo.

Si todos hubiesen actuado bien, ante crímenes perpetrados no queda más que esperar culpables y fallos que se correspondan con el calibre de los delitos que se cometieron. Toda otra explicación podrá poner un manto de piedad sobre los responsables del proceso, pero no Justicia.

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29 JUN 2013 - 21:55

Demasiada turbulencia. Se supone que las campañas políticas buscan robustecer la figura de los candidatos a ocupar cargos, potenciando sus cualidades personales y ponderando sus ideas para mejorar la comunidad, que además debería ser su único norte en la carrera pública. La intención final de una campaña política es comunicarle a la mayor cantidad de gente posible sobre los proyectos que se tienen para optimizar la calidad de vida de todos y cada uno de lo ciudadanos. Pero la realidad destierra esta visión. No es así. Acaso lo era en otros tiempos, pero hoy se ha transformado en el show de la denuncia y, lo que es peor, de la chicana. Hay un menosprecio llamativo por la calidad personal de los rivales y lo que representan, lo cual tarde o temprano se vuelve un boomerang pues en el peor de los casos ese rival terminará sentado en una banca del congreso nacional –para posicionarnos en la actualidad- aun acarreando el vituperio que la lucha por esa banca le generó en el camino. Estará desprestigiado él, muy posiblemente, pero también su banca y especialmente lo que representa: la “clase” política.

En Chubut, obviedad de perogrullo, no hubo originalidades desde ese prisma y no se pudo evitar –o no se quiso- esa línea. Pocas horas después de vencidos los plazos para presentar avales y fórmulas ante las Juntas Electorales, la munición gruesa se hizo presente: las denuncias están a la hora del día y el repaso del pasado –entre gente que se conoce mucho, ojo- también. La apuesta, parece, es por ver quien termina esta batalla, electoralmente hablando, con menos heridas. Y la realidad es que ningún candidato puso en lo más alto de sus discurso, no hasta ahora, sus planteos sobre las cuestiones medulares de Chubut: su economía regional deprimida, sus enormes dificultades de conexión –ya a esta altura depender de los vuelos es poco menos que tragicómico- su delicada situación petrolera, estancada hace casi dos años y sin miras de tomar vuelo, y el no menos despreciable escenario de la pesca, en estado crítico hace varios años, algo reconocido universalmente por el abanico de aspirantes a las bancas en juego.

Hoy la campaña política en Chubut amenaza con convertirse en un lodazal de proporciones insondables lo cual, más allá de quien circunstancialmente capture esta vez más votos, terminará perjudicando a todos. Ninguna guerra termina con heridos de un solo lado y, lo que es peor, ninguna guerra sirvió nunca para nada.

Llamame, te llamo

En ese marco debe inscribirse, también, la pelea casi insólita que se dio durante esta semana entre el intendente de Puerto Madryn, Ricardo Sastre, y el secretario de Seguridad de la provincia, José Glinski. El primero presentó una línea telefónica para recibir denuncias de venta de drogas –o episodios relacionados al narcotráfico- y el segundo le dedicó un par de párrafos críticos. En el fondo, más allá de las razones que esgriman cada uno de ellos, nada bueno puede percibir la sociedad de estas cuestiones. Preferiría, ante un flagelo semejante, dirigentes unidos detrás de una idea en común para plantear la lucha. El enemigo es enorme y demasiado poderoso como para afrontarlo desde posiciones desperdigadas.

Sastre maneja una comunidad de contrastes, hoy. Su pujanza turística no ve límites en el horizonte y suma propuestas cada día pero aquello que alguna vez le dio vida a la ciudad, la pesca, pasa quizás por su peor momento histórico. No resulta fácil manejarlo. Y Glinski, debe reconocerse, ha logrado posicionarse en una de las franjas más delicadas del Poder: la seguridad, aun cuando llegó a la gestión de Buzzi en un momento sumamente delicado. Es difícil explicarle a la sociedad que esta gente se pelee por los medios y no logre ponerse de acuerdo por una línea telefónica que en el fondo encierra otra batalla mucho más compleja y virulenta, como la que debe sostenerse en estos tiempos en donde el narcotráfico resulta un problema acuciante en todo el planeta.

Libres

La Justicia de Chubut está plagada de fallos impopulares. Este viernes dio un par de muestras dramáticas de ello. Dos juicios por asesinato terminaron sin culpable alguno. Impunes, para ser claros. Son los casos de Bruno Rodríguez Monsalve y Gastón Godoy. El primero fue asesinado en Trelew a puñaladas y al segundo lo mataron a balazos en Puerto Madryn. Para el caso de Monsalve estaba imputado Gastón Bejar, mientras que Lucas Pérez estaba acusado de asesinar a Godoy. Casi a la misma hora, este viernes, dos jurados distintos dictaminaron que no existían pruebas suficientes para considerarlos culpables.

En ambos casos se conocieron los fallos pero no los argumentos, que estarán a disposición en pocos días más. Pero, más allá de los fundamentos –que irán en línea con el sostenimiento de la decisión- el saldo que dejan ambas determinaciones es el mismo: los crímenes quedaron impunes, sin resolución.

Estas dos “joyitas” se suman a la que, días atrás, regaló la Justicia en el resonante caso de los Poliladron, quienes habían sido condenados por constituir una asociación ilícita en primera instancia pero a los que la Cámara Penal les quitó esa calificación con lo que quedaron el libertad.

Todo mal, en los primeros dos casos parece claro que fallaron mal los jueces o las investigaciones fueron, como mínimo, deficientes. Sobre los Poliladron actuaron dos ternas de jueces en diferentes instancias y, lo dicen los fallos de cada una de ellas, vieron cosas distintas. Alguna de ellas equivocó, y feo.

Si todos hubiesen actuado bien, ante crímenes perpetrados no queda más que esperar culpables y fallos que se correspondan con el calibre de los delitos que se cometieron. Toda otra explicación podrá poner un manto de piedad sobre los responsables del proceso, pero no Justicia.


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